Mi primer desengaño

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La primera mujer de la que me enamoré seriamente fue una compañera de clases en la secundaria o más bien la que primero me dijo que no.

Vivía en ese entonces en El Mojan y desde el primero momento que comenzó el año escolar hubo química entre ambos, pero mi inexperiencia en asuntos de amores tal vez tardaron mucho tiempo en conquistarla.

Éramos inseparables en el liceo y todos murmuraban que éramos novios, algo era mi deseo pero no la realidad.

Solo algún abrazo o un beso en la mejilla habían sido nuestro contacto más cercano, y algunas piezas de bolero que bailamos en el cumpleaños de una amiga que celebramos en la cancha de deportes del liceo.

Un día me arme de valor y antes de despedirnos para ir cada una para su casa le dije:

-Me gustas mucho. ¿Quieres ser mi novia?

Como toda mujer ella se sintió halagada y cuando en su boca se dibujó una sonrisa pensé que su respuesta sería afirmativa pero me equivoqué.

Ella me respondió:

-Tú también me gustas, eres bueno y para cualquier mujer sería un honor ser tu novia, pero mi corazón está ocupado, tengo novio, lo amo y no lo engañaría por nada del mundo.

Un disparo no habría sido tan mortal.

-Te quiero como mi amigo y me gustaría que siguiéramos siéndolo, pronto encontrarás alguien que te corresponda, de hecho hay algunas en el salón que me tienen rabia porque creen que soy tu novia, aunque les he aclarado que no es así.

No me interesaba otra chica del salón.

Ese día caminé como un vagabundo por las calles y tardé varias horas en llegar a la casa de mi tío, que era donde residía.

No probé un bocado en el resto del día y en la noche mi tio llegó hasta mi cuarto y preocupado me preguntó.

-¿Qué te pasa?

Le expliqué lo pasado y me dijo que era algo que ocurría a menudo, el confundir los sentimientos de amistad y amor, pero que debía entenderla, y seguir adelante.

Al otro día me fui a la casa de un primo en la misma ciudad y no fui el resto de los días a la secundaria, él era mayor y quizás alguien que me entendiera más que el tio.

Me quedé a dormir dos días allí y tuve mi primera borrachera.

Yo era un adolescente y había muchas cosas que aún no había experimentado

Ese día mi primo en un tono enérgico me dijo.

-Tanta gente muriéndose en los hospitales o sufriendo alguna perdida de un ser querido y tu haciéndola por una mujer, son diez para cada uno ya encontrarás la tuya. Te falta mucho por vivir.

El dolor no me dejaba ni pensar, y a escondidas lloraba.
Hasta que el domingo caminando por la calle encontré a un compañero de la escuela y me dijo:

-Cristo te ama

De verdad no fueron sus palabras las que me impactaron sino ver cómo había cambiado.

Era un niño problemático, el peor de la clase, con mal comportamiento y uno de los primeros ladroncitos que tuvo mi pueblo.

Era incorregible y su futuro estaba en la cárcel o el cementerio.

Me invitó a la iglesia a la cual asistía y lo acompañé tres veces.

Conocí algunas personas, entre ellas una con diagnóstico de cáncer terminal, quien llevaba su fatalidad sin quejarse y confiando en un milagro.

Sin dudas mi camino apenas empezaba

.
Entendí lo que me dijo mi primo y volví a la secundaria.

Todos pensaban que estaba enfermo e incluso alguno había ido a casa de mi tio a preguntar, en el momento que estaba a que mi primo.

Este le dijo que andaba en unas diligencias familiares.

Seguí siendo amigo de ella, como si nada hubiera pasado y al final de año pude robarle un beso.

Fue el último año de ella en la secundaria, su familia se mudó y años después supe que s e había casado con el novio por el cual me rechazó, tuvo dos niños y había quedado viuda.



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