Sonrisa de esfinge

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¡Esta nevando es un Invierno como otros, un temprano atardecer.

¡No hay nada tan frío como la nieve ni algo tan blanco que oculte las suciedades e impurezas de una ciudad. Temo caminar sobre este espacio blanco y alterar con mis pisadas su virginal blancura que ya no será la misma que hace un rato pues nuestras pisadas alteraron su pura imagen.

¡Tus palabras son para mí como copos de nieve que se derriten lentamente en mis sonrosadas mejillas, te miro, tomo una rama seca y con mi mano escribo sobre la nieve tu nombre: “Gabriel”

¡-¿Sabes? Tu nombre deja una sonrisa de esfinge sobre mis labios.

¡-¿Es verdad?

¡-Sí ¿No crees?

¡-Pero, una esfinge no sonríe.

¡-¿Cómo lo sabes?

¡-De Egipto.

¡-Pero yo lo sé del Louvre. Allí se sonrió por primera vez.

¡-¿Y cuándo se sonrió por segunda vez?.

¡-Cuando recibí tu primer mensaje.

¡-Cuéntame algo de ti.

¡-¿Lo quieres?

¡-Sí, mucho.

¡-¡Bueno!

¡Y así, lentamente, continuamos caminando sobre esa blanca e infinita alfombra parecida a mi blanco papel que siempre me turba.

¡Se dice que al unir todos los colores y matices juntos, resultará blanco. En cierto modo eso es así, el blanco del papel está lleno de eternidad y misterio, apenas escribes una sola palabra y se comienza a entrar en otra dimensión.

¡-¿Tienes ganas de ver algunos fragmentos de tu vida sobre esa blanca alfombra?

¡-¡Sí!

¡-En tu tierra los atardeceres son hermosos tu miras hacia las estrellas y los Andes te rodean, como si fueran tus pensamientos helados en las enormes rocas y allí tu andas y andas tras tu mítico El dorado.

¡-¿Y cómo lo sabes?.

¡-No importa.

¡-Sigue contando.

¡-Gracias

¡-¡Sabes!, tienes un hermoso, largo y ondeado pelo, muy bello y ahora ya sabes que El dorado no existe en la cordillera de los Andes, tampoco está bajo tus pies, escondido en las entrañas de la tierra. Los años pasan, ya no eres una adolescente, tu pelo ondea por la tenue brisa del mar y El dorado ya se escondió detrás del ocaso.....

¡-Tengo frío, ¿Vamos a tomar un café?

¡-Con mucho gusto. No lejos de aquí sirven muy buen café.

¡-La Plaza se ve linda cubierta de nieve,

¡-Si, en la nieve todo el mundo es hermoso

¡-¿Te sirves el café con azúcar?

¡-No, negro y sin azúcar. ¿Y tú?

¡-Negro pero dulce.

¡-¿Vamos a caminar toda la noche?

¡-Vamos

¡-Yo te escucho.

¡-Llegaste hasta aquí desde América para ver las calles de esta lejana, pura, bella y blanca época del año, ando contigo y me parece que las veo por primera vez.

¡-Sigue escribiendo algo con tu rama.

¡-¿Qué?

¡-Lo que quieras

¡-Muy pronto llegaremos a un callejón próximo a una Iglesia. Cerca hay un jardín y a veces se pueden ver esculturas de nieve, hechas por niños y aun por artistas profesionales. En la oscuridad brillan como si fueran estrellas, estoy segura que te gustarán mucho.

¡-¿Brillan como tus ojos?

¡-Sí, igual que los tuyos.

¡-Estoy feliz.

¡-Yo también. Por eso tenemos los ojos-estrellas

¡El callejón es muy estrecho y largo. Nos acercamos al jardín, entramos y vemos un reino blanco, los árboles no se ven desnudos, están vestidos con blancos tules de novias.

¡Todo es blanco, tu y yo también. Y ahora vamos a ver la octava maravilla del mundo

¡Debes verla para que me creas…

¡-¿Qué es?

¡-Mira.

¡¿Estas mirando la escultura, la más grande de todas?¿No ves una esfinge con una sonrisa de Monalisa?

¡-Si.

¡-Ella se encontró en este abandonado callejón ¿No es un milagro?

¡-¿Ahora crees en su sonrisa?

¡-Si, pero esa sonrisa es solo tuya.

¡-¡Quizás!

¡-Mientras una esfinge está sonriendo, ¿podría besarte?

¡-Por supuesto...



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