Ojo por ojo
Fuente
El tiempo pasaba y aquellos hombres lo abrumaban y lo golpeaban cada vez más fuerte. Durante su estadía en la cárcel, sufrió humillaciones, violaciones y maltratos por varios hombres robustos, llenos de gran malicia.
El joven trataba de defenderse; pero todo era en vano, el tuerto y sus secuaces no le permitían defensa alguna. Día a día, la historia de maldad se repetía.
El salvajismo de aquellos hombres no cesaba y cada vez empeoraba. Unos forzudos se ponían a ambos lados le daban golpes sin parar. El hombre que se encontraba a su izquierda, satisfaciendo sus instintos maléficos, tomaba el cigarro que estaba consumiendo y le quemó la mano zurda, al mismo tiempo que le hacía arder la cara; mientras que él, con lágrimas en su rostro, suplicaba que lo dejaran tranquilo y preguntaba por qué le hacían daño.
Observaba como el tuerto se carcajeaba mientras le quemaban el cuerpo.
El ardor era espantoso. El muchacho se sentía indefenso, al mismo tiempo que soportaba el dolor. Después de sentir un breve malestar en el brazo, una extraña sensación se apoderó de él.
En segundos comenzó a sentir mareos y el cuerpo flotando sumergiéndose entre nubes. Las alucinaciones lo empezaron a sacudir lentamente, ya no sabía que sentía; sólo escuchaba a lo lejos las risotadas de los hombres.
Desconocía si estaba delirando; pero observaba a un niño en el vientre de su madre nadando en su sangre, alimentándose con los órganos de la mujer; luego el pequeño se transformaba en un ser espeluznante, mientras el cordón umbilical, que rodeaba su cuello, lo ahogaba.
Varias horas transcurrieron, y el joven apenas se podía despertar del profundo sueño. La verdad es que ignoraba si todo lo que vivió era real o producto de los golpes. Aún mareado y con la vista borrosa, se tocó la cabeza y enseguida el cuerpo, notando que su vestimenta estaba completamente mojada.
Eso se repitió decenas de veces mientras estuvo preso en la cárcel por un delito que no cometió, quince años después, tras salir de ese lugar, como el mejor cazador ha ido matando con crueldad y lentamente a cada uno de los que participaron en ese suplicio.
Ojo por ojo dice la ley babilónica y paciencia y tiempo le sobran, nada tiene, todo lo perdió cuando lo encerraron y solo vive para ver los ojos asustados de sus victimarios cuando pausadamente va cortándoles las carnes con un afilado bisturí.
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Una historia mas común de lo que se piensa.
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Excelente relato amigo @eliassamuel! nuevamente nos sorprendes con tu talento para la escritura, sigue trabajando en ello. Felicidades!