Relatos Eróticos: La Curiosidad de Adriana

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La curiosidad de Adriana

Estaba como de costumbre revisando mis asuntos profesionales. Aburrido y lleno de tedio, sin siquiera un apice de diversión en mi cuerpo. Cuando cruzamos palabras yo y una extraña muchacha que vivía al otro extremo de la ciudad. Comenzamos por pura casualidad, chateando en el grupo de un amigo en común. Bastante recatados supongo, para lo que venía a continuación. Mantuvimos buenas charlas durante un tiempo, conocíamos nuestros gustos y divertimentos. Ella era una hábil lectora, que poseía una extraña sensación en mi cuerpo. Yo un escritor de cuentos, que estaba cayendo en la atracción por su cuerpo. Sus cualidades me empezaban a llenar mis sueños. Madura, inteligente, misteriosa y una pizca de soltura. Que combina con su cuerpo, una escultura de belleza femenina. Constitución baja, esbelta, caderas bien pronunciadas, un trasero empinado, piernas monumentales, senos pequeños pero erguidos, una boca tentadora, una mirada penetrante y un cabello negro para completar el deseo.
Sentí que debía conocer más a fondo sus profundos secretos.
Acordamos vernos, incluso ya habíamos tenido nuestros roces calientes en nuestros mensajes. Y comenzamos un juego, del ratón tras el queso. Salimos en dos oportunidades, donde fui bastante correcto. La estaba conquistando con mi intelecto, primero follamos su mente, luego su supremo cuerpo. Ella ya reconocía su atracción por mi, amaba mi inteligencia, carisma, seguridad y mi constante innovación que no dejaba pies al aburrimiento. Mi cuerpo igual le producía un efecto, la curiosidad que va creciendo en forma de sexo. Mis rizos negros, mi boca pequeña y carnosa, mi tamaño elevado, la hábil constitución de mi cuerpo. Delgado pero con las extremidades bien grandes. Empezamos a caer en el terreno de los deseos. Porque ya había ganas de poseernos los unos a nosotros. Así que comencé el movimiento un día en su cuarto escribiendo. Me había invitado a ver unos libros, pero sabíamos que veríamos otra clase de utensilios. Le arrebate un beso, fue suave y no quería imponer mi gesto. Ella le siguió suave y nuestras lenguas empezaron a escudriñar nuestros labios. La agarré fuerte de su cuerpo y mi boca devoraba la suya. Ella igual había comenzado a surcar sus manos en mis rizos, mientras me devoraba con su lengua mi garganta. Nos miramos extasiados y empeze a notar como el calor se apoderaba de nuestras prendas. La fui desvistiendo aún enfrascado en nuestro beso. Ella igual con maestría me fue desnudando, me observaba con deseo. Mis manos se concentraron en su sexo. El cual era un manantial esperando por mi miembro. Chorreaba como un mar, caliente, apretado y palpitando. Mis dedos estaban gozando hacerla temblar con efecto. Mi boca se fue divirtiendo, comencé a chupar su cuello, mordía con tales deseos de arrancar parte de su piel. Fui bajando ante sus pequeños senos, los chupe con brusquedad y amor al mismo tiempo. Ese sabor a carné fresca, suave, fría, sudada me hacía poner más erecto. Sus pezones fueron su mayor sufrimiento, la hacía gritar tras cada mordida, quería arrancarlos y comer por defecto. Mis manos aun jugaban en su interior, había formado un charco en esas sábanas sin pudor. Cuando ella me atacó y empezó su degustación. Mordió mi cuello con fuerza, arrancaba casi mis labios, mi pecho lo lamió y me saco mi sudor. Lengüetio mis pezones, pelvis y dedos. Pero la dome con instinto y coloque en cuatro en su lecho. Cogí mi cinto y la comenze a castigar en su trasero. Lo golpeaba con rabia y ganas. Gritaba con maña porque lo estaba disfrutando como una guarra. La deje en rojo y ate sus manos a la cabecera de la cama. Comenze a mamar su paradisíaco culo. Mordía sus nalgas, lamía su ano y tragaba toda su vagina. Aquello era un infierno de agua. La pobre se estaba viniendo como ningúna otra hembra. Y no paraba de succionar sus líquidos y torturar su clítoris. Decidí romperla por siempre y con brutalidad la empale con mi miembro. Una mezcla de grosor y tamaño que la hacía sentir llena hasta el fondo. La agarré del cabello y lo alava para luego estrellar su cabeza contra las sábanas. Sus gritos y gemidos eran ya un infierno. Pero pedía más la joven impudica. Mi verga gozaba como nunca, aquello era una vagina completa hecha agua. Mi verga la destrozaba por dentro, disfrutando de su lubricamiento. Yo ya gritaba, gemía y reía como un enfermó. La cacheteava y mordía. Incluso profane su oculto agujero. Un dedo que la hizo sentir un raro placer anal. Que dejó siguiera su juego.
Había pasado ya casi una hora y empezamos a sentir el abandono de nuestras almas. La libere de la cama y comencé a follar su boca. No sé resistió, su lengua me saludo y recorrió mis testículos y tronco fálico. Siendo el fondo de su garganta un sueño para mis ganas. Me vine adentro de su boca. La sujeté fuerte, sentía contracciones y espasmos de nuestras mentes. Finalmente cayendo en un reposo permanente. Ella estaba totalmente derrotada, aún saboreaba mi sabor en su boca. Cuando empecé a besar y lamer el rojo de sus marcas. Fui lento como amante y la bese hasta dejar calmada. Nos acurrucamos juntos y dormimos con nuestros cuerpos juntos. Ya era mi hembra, yo su macho con mucho orgullo.



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