La neblina de El Junquito es tan espesa a esa hora como la conciencia de ciertos hombres, y estos ciertos hombres son sin duda los cuatro agentes que a esa hora llevan el cadáver de aquel muchacho llamado Luis Hurtado dentro de un carro para que la montaña sea la última que lo vea .

Uno de los agentes va pensando en que tiene ganas de orinar. Trata de mantenerse sereno, pero sus piernas bailan una danza provocada por sus ganas.

El carro se detiene en un pequeño descampado cerca de un bosque de pinos. El hombre se baja muy rápido y evacúa su vejiga mientras piensa que nunca antes había asesinado a un hombre a golpes. Y aunque un poco de culpa lo agobia se siente bien porque de verdad tenía muchas ganas de orinar.

Se voltea hacia sus compañeros:

-Ahora sí, caballo, ¡vámonos!