[ESP-ENG] AMOR A PRIMERA VISTA

E S P A Ñ O L

𝔸𝕄𝕆ℝ 𝔸 ℙℝ𝕀𝕄𝔼ℝ𝔸 𝕍𝕀𝕊𝕋𝔸

— ¿Eran cálidos sus besos? —Me preguntó el desconocido salvador, quien se encontraba junto a mí al pie de mi cama, con los ojos relampagueantes y el rostro ansioso por mi respuesta.

—No lo recuerdo, —contesté—, solo está grabado en mi mente lo hermosa que era, pues sus ojos eran dos aureolas de color ámbar que alumbraban hasta la oscuridad. Pero sorprendentemente, eso no es lo primero que notas cuando la vez por primera vez, pues la intensidad proviene de su personalidad, que es como un fuego que asciende con bravura.

»Me enamoré de ella desde el primer momento en que la vi, y no fue un instante casual. La encontré escondida entre la oscuridad, mirándome con esos ojos luminosos, su rostro pálido y terso como una máscara de porcelana y resaltados con hermosos labios violetas.

»¡Era un ser mágico! ¡Mi corazón lo sabía!, pero quise ocultarlo, pues dicha magia se rompería al momento de yo exponerla con mis sospechas.

Le tendí la mano a mi salvador en ese momento. Él la sujetó con fuerza mientras yo calmaba mis recuerdos. No sé qué hubiese ocurrido conmigo si no hubiese llegado, si hubiese sucumbido para siempre a la tentación.

—Supongo que usted sabrá a que me dedico. —Me dijo mi salvador con tono de voz serio.

—Lo ignoro, amigo mío, aunque tengo una idea y mucha curiosidad, quisiera que me lo revelase después de contarle mi experiencia.

El hombre asintió con la cabeza y volvió a acomodarse en su sitio.

—Como le decía, quedé tentado ante esa mística presencia. Cada gesto, cada suspiro, cada olor, me provocaban acercarme a ella como un adicto. Cuando estuvimos frente a frente sentí un abrazo; uno muy extraño y frío, y una mirada que se intensificaba a cada momento.

»Y fue ahí, cuando el resplandor de su mirada se volvió opaco, sentí su beso y todo se ennegreció. Después recuerdo haber despertado en el suelo, con usted frente a ella clavándole un cuchillo en el pecho y la sangre corriendo como río.

»Me entristecí un poco, pero nada pude hacer y me desmayé. Después desperté aquí, en mi habitación, con usted a mi lado y un cansancio que no me deja ni respirar.

Después de relatar el suceso, el hombre se levanta observándome con una mirada fría, saca un cuchillo de su saco y lo clava en mi pecho. Mientras estoy agonizando con los ojos desorbitados, me dice:

—Me he quedado para terminar de salvarlo, amigo. Es obvio que aquella criatura dejó una semilla en usted, en solo cuestión de tiempo se convertirá en uno de ellos. Con esto, frenaré su maldición y podrá descansar en paz para siempre.

Luego, el hombre dio media vuelta y se marchó. Lo último que recuerdo, fueron aquellos ojos ambarinos, sobre aquel rostro hermoso extendiéndome sus manos, para llevarme con ella a donde sea que pertenezcamos.

FIN