Ayer leí un libro y te encontré allí, entre la página 15 y la 16. Allí estabas, esperándome entre líneas, para recordarme la vez aquella en la que quisimos volar y me llevaste por primera vez a tu cama y cerramos los ojos, y reímos porque asustada te dije al oído que aunque sufría de vértigo, aprendería a volar si era contigo. Recuerdo las veces que logramos alcanzar la cima juntos y desde allá arriba veíamos que pequeñito era el mundo. Y aunque nunca tuvimos miedo de caer, cada vez que nos tomábamos de las manos, nos agarrábamos tan fuerte y era porque en nuestro camino al cielo, encontramos tantas veces oportunidades de visitar el infierno.

Fuente

Ayer caminé por las calles de la ciudad y te vi caminando por allí. Ibas con tu caminar lento y pausado saludando a las personas que encontrabas a tu paso. Tu risa melancólica se asomaba por momentos a tu rostro ajado por aquellos días cuando no sabías practicar la felicidad. Ayer estabas sentado en un banco de la plaza, como solías hacerlo, con tus piernas cruzadas y un libro entre las manos. Mientras leías, me esperabas o viceversa, según me decías, porque conmigo la lectura siempre fue una espera y la mejor oportunidad para leer poesía. Ayer te vi, tomando el autobús que te llevaría a tu casa y al instante te extrañé porque cada vez que te vas, los espacios están más vacíos de personas y más llenos de recuerdos.

Fuente

Ayer, mientras hacía los quehaceres del hogar, encontré que estabas regado por toda la casa. Mientras sacudía el polvo de la mesa y ponía flores en el florero, hallé una palabra tuya guindada en la esquina de las cortinas. También encontré un pelo tuyo enredado en el cojín del sofá, tu olor en la almohada derecha y un beso dando vueltas entre las sábanas. Traté de recoger todo y guardarlo, pero cada vez que tomaba una parte de ti y la sostenía en las manos, era muy difícil dejarla a un lado. Era como si cada cosa tuya no fuera ajena sino propia y encajara perfectamente en mí como los puntitos negros en los dados.

Fuente

Y es que estás en todas partes y a toda hora, mientras te siga recordando. ¿Porque cómo se olvida o se guarda un gran amor en el baúl de la vida? ¿Cómo se hace para que no te salpiquen los recuerdos y a cada instante suspires dejándote el sabor agrio de la melancolía? ¿Cómo le dices a esa persona que no abandona tus espacios, tus sueños y tus días, que ya está muerta y que debe irse, aunque sin sus recuerdos, tu vida quede más vacía?

HASTA UNA PRÓXIMA LECTURA, AMIGOS