El olfato del ladrón
Tendría unos 18 años, sus ojos saltaban a medida que yo apretaba y torcía su muñeca. Fueron décimas de segundo, tiempo suficiente para recordar que me habían dicho que en el metro de Caracas robaban. El mundo se me vino encima, pensaba en todo lo que había trabajado para comprármelo.
Me sentí incomunicado, lejos de mi familia, perdido; y apreté más y más, y su muñeca sonó, fue un "track" que me retumbó en mi corazón.
La gente se empuja como loca para entrar al metro, un pueblerino como yo no está acostumbrado a esto y se asusta, los ladrones deben olerlo a uno con facilidad: "A este viejo provinciano lo jodo fácil" se diría él; lo que no se imaginaba era que mi piel, conocedora de mis noches abrazado a mi teléfono, cerca de mis amores, acariciando recuerdos en mis noches en vela, sería más rápida que su crueldad; que mi mano de hombre ya viejo se aprieta aún con mucho vigor al portal que lo salva de la soledad.
"Dámelo" -le grité sin soltarlo.
Fue un grito exagerado, tétrico, ahora lo recuerdo hasta ridículo, pero hizo qque todo el mundo volteara a ver lo que pasaba.
Una mujer me dijo "Suéltelo, mire, el teléfono está en el piso".
Lo solté, tomé el teléfono como quien recoge su corazón y salí despavorido del vagón, como si el ladrón fuera yo.
Caminé muy asustado, pensando en que podían estar siguiéndome, apretando el teléfono dentro de mi bolsillo como si mi vida dependiera de él.
Gracias por su lectura. Hasta la próxima.
Primero que nada, un gusto volver a leer tus relatos, hermano.
Te deseo mucho exito en Caracas, esa monstruosidad de ciudad nunca me ha caido en gracia, pero se que puede ser un hogar acogedor para muchos.
Tu relato conmueve por la energia y realismo con el que revela una realidad que aterra. No es solo la posibilidad cierta de ser victimas del hampa sino la tragedia de no poder reponer lo que nos roben, con todas las implicaciones que eso tiene. Me alegra saber que conservas la vitalidad fisica para defender lo tuyo. Nos hace falta a todos la misma energia y resolucion.
Un abrazo
Es insólito cómo en Venezuela resulta tan normal que niños y jóvenes se dediquen a sustraer pertenencias de otros con un alto entrenamiento. En tu historia, perdió el maleante, pero eso es raro; casi siempre el transeúnte termina robado. Gracias a Dios, queda mucha fuerza en tus manos, apreciado amigo.
Un saludo afectuoso y un abrazo.
Un relato corto y efectivo en su propósito: contar la historia de un hecho que nos violenta (el robo de nuestro celular hoy puede ser una gran pérdida en nuestra vida normal), pero que, sobre todo, advierte lo expuestos que estamos a diferentes amenazas de la delincuencia más imberbe, incluso, en nuestro país (más aún en Caracas) y las condiciones socioambientales que lo favorecen. Saludos, @acostacazorla.
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