Concurso: Cartas al Viento Semana # 1 / Para Mi Filósofo Favorito, mi amor Inmortal.

Estas líneas que ahora se atreven a expresar la absoluta admiración, y amor, que por muchas lunas, la necia cronología de mi negación, se empeñaba en reprimirlas entre mi esternón y mi columna. Mi profesor, mi paradigma, el dueño absoluto de mis sueños, mi hombre ideal.

Ya le había dado 19 vueltas al sol, cuando me inicié en la carrera de letras, en Mérida - Venezuela. Cursaba el tercer semestre de literatura clásica, en el que me exigían escoger como optativa Mitología Griega, dictada por tu Ilustre Humanidad José Manuel Briceño Guerrero. Fue el inicio de un recurrente retorno, en cuyo recinto académico vivimos nuestra tácita, latente y sobreentendida historia de amor, ante la mirada impávida del resto de los estudiantes, quienes sumergidos en un sueño de conciencia, no eran capaces de ver el jolgorio atribulado de dos almas que irresistiblemente se atraían, con la fuerza colosal de dos titanes enamorados.

Aún percibo en mi boca ese sublime sabor de tus enseñanzas, traducidas en amenas tertulias a la usanza de los Peripatée de Aristotélicos, donde los estudiantes apostados en tu cubículo sentían la cercanía de un solemne anciano, sobre sus espaldas espiando qué garabatos en lengua griega escribíamos. Yo devota y disciplinada me aprendía laaargos párrafos de la Ilíada y los recitaba como una niña de pie, con las manos atrás, como si se tratara de presentar un número cultural para el lunes cívico de mi escuela. Y tú, mí Genio Inmortalte deleitabas con mi devoción, mientras los incómodos compañeros me decían:

Vos sois, una griega de otoño, ni sois griega ni sois un coño.

¡Pamplinas!, me daba igual.

Solo me importaba ver la modulación de tus labios, recitar en mis oídos las solemnes sentencias de la filosofía antigua, aderezada con tus fábulas mitológicas y un puntillosos sentido del humor, que hacía reír mi alma a carcajadas, logrando con tales virtudes, adorarte y quererte cada día más.

Ahora ya no estás en mi realidad tangible, pero tu presencia perdura en la indeleble línea que separa lo concreto de lo sutil, cuyo canal onírico es el testigo presencial de nuestros fervorosos encuentros, poblados de mitología, de épicas batallas, donde el romance juglaresco es el escenario que da rienda suelta a nuestra alocada fantasía.

Mi dios, mi héroe, mi titán, espérame que voy camino a tu encuentro, con la fe certera de no separarme de ti, Nunca Más.