En medio de la introspección que domina mis sentidos justo ahora, mis pensamientos invocan tu memoria, la del hombre, la de la humana persona coagulada en la presencia inequívoca de Keanu Reeves, la que que preserva tu esencia y no la del actor, que encara múltiples personajes y al que todos aclaman cual genio liberado de la Matrix de la frivolidad; del falso comediante, que ríe desde sus labios y llora dentro de su corazón.

Desde luego que es difícil hablar de ti, sin involucrarte con la fama, pues la llevas impresa en ti como un sello íntimo, a la que aún no te acostumbras y de la que sueles huir como si se tratase de una incómoda doctrina de la que no quisieras predicar. Pero has aprendido a lidiar con ella con el alma vieja que traes consigo, la experiencia del dolor y la tragedia desde tus años tempranos.

Llevas tu vida al ritmo de la discreción y la austeridad aún cuando el dinero te sobra, no te dejas seducir por el falso brillo de la superficialidad y el derroche. En su lugar, eliges vivir con lo necesario, compartiendo tu fortuna con los menos afortunados, en un acto de resiliencia y redención, porque mejor que nadie conoces la carencia (afectiva) y el dolor de Jhon Wick, signados por la tragedia familiar.

Tales eventos perfilaron tu espíritu, y lo templaron como el hierro cuando se enfrenta al infierno de Constantine en una querella de fuerza titánica, en la que elige doblegarse ante su elemento supremo, antes que confrontarlo, porque advierte que se trata de un acto de purificación, en el que saldrá victorioso, logrando alcanzar la nobleza de su alma.

Por eso te admiro y te profeso un cariño especial, semejante a la de esa hermana menor que perdiste súbitamente cuando una letal enfermedad se la llevó con tu cariño y compañía. Te admiro también como luminaria histriónica ¿porque no? si fue lo primero que conocí de ti y además, que lo desempeñas desde tu mejor versión, gestando nuevas posibilidades actorales.

Mi paradigma creativo, deseo que encuentres ese sendero que buscas, desde la espiritualidad.
Has avanzado con pasos gigantes para alcanzarlo, uno de los más importantes, es, que has apagado tu brillo para encender tu luz, entregándole amor incondicional a la pobre humanidad doliente, compartiendo con ellos, caminando en sus raídos zapatos de la inclemente precariedad.

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