Una mariposa regresó para redescubrir el proceso de su metamorfosis, lo había olvidado porque las flores ya solo le decían que pronto tendría que dejarlas para darle paso a una nueva.

Regresó y mientras observaba las partículas que afloran en el cuerpo de la oruga, se dio cuenta de que, hasta que no empiezan a combinarse y a interactuar entre sí, no se fortalecen, no pueden reemplazar las células que terminarán convirtiéndolas en mariposa.

Estaba entregada a ese revivir cuando otra mariposa la increpó:
—Somos arte, belleza, nacimos para deslumbrar. ¿No te basta con saber eso?
—No creo que seamos arte por más hermosas que parezcamos. Creo que el arte está en cómo llegamos a ser así, creo que la naturaleza usa a la oruga para transformarnos y creo que nos usa a nosotras para que los demás descubran el arte que hay en ellos.
—¿Dices que el arte es un instrumento? ¿Como un martillo?
—Digo que somos la mezcla de muchas vidas, incluso de las vidas que ya se entregaron al sueño eterno porque cuando alguien te ve, también ve a las que se fueron y a las que vendrán, he ahí porque las demás viven en nosotras, porque son eternas y porque debemos asumir la belleza con naturalidad, para que los demás digan su arte.
—Eres una mariposa extraña. Qué bueno que no hay muchas como tú.
—También me alegro que todas no sean como tú.

Con el empinamiento de la tarde, la mariposa regresó a lo suyo; las flores estaban deslumbrantes al igual que las mariposas que ya estaban allí y también las abajas y hasta el entorno se veía como una pintura de Vincent van Gogh; esto es arte, pensó la mariposa, y se durmió en una flor para darle paso a una nueva vida.