Energías malignas en el campo de mi padre [ES/EN]

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Me asusté tanto que mis piernas parecían no responder y solo veía como la voracidad del fuego acababa con todo a su paso. Mis manos comenzaron a temblar bruscamente y un frío desconocido estremeció mi cuerpo paralizándolo por completo. Siquiera logré al menos pedir ayuda, pues mi mente era invadida por los alaridos de mi padre siendo consumido por las llamas.

Han pasado cuatro años desde entonces y aún no encuentro explicación alguna de lo sucedido. Me desvelo todas las noches sin siquiera tener algún indicio sobre su terrible muerte ni sobre lo que lo provocó.

Me siento cansado y las ojeras en mi rostro denotan el desgaste de todos los días. Me embriago imaginando que así lograré aliviar mi pesar, pero no hago más que caer aún más profundo hacia la nada misma. Un dolor en el pecho que no puedo quitar me atormenta diariamente. Incluso consideré el suicidio como una forma de escape, pero rayos... ¡Hasta en eso soy cobarde!

Necesitaba encontrar aquellas respuestas, mi padre las merecía al menos para que pudiese descansar en paz. Fue entonces que regresé allí, donde algo me marcó para siempre con su partida.

El pasto estaba crecido, lo cual me hacía pensar en que no lograría nada más que perder el tiempo. Todas las tardes luego del trabajo iba al campo a intentar encontrar alguna señal o unir cabos sueltos. Sabía que ese incendio fue intencional y si podía encontrar quién lo originó, lo pondría tras las rejas para siempre.

Una de las tardes intenté rememorar donde era el lugar exacto en el que vi a mi padre. Tomé mi cortadora de césped y un machete algo oxidado y los subí a mi camioneta. Me dirigí hacia allí planeando cortar la mayor extensión de pasto posible. Pero, me podría tomar días, incluso semanas y aún así estar haciéndolo donde no debía.

No llegué muy lejos, pues a las pocas horas ya no podía continuar, mi garganta estaba tan seca que no podía tragar ni mi propia saliva. Por algunos momentos pensé que me desmayaría. Opté por otra solución.

Se me ocurrió algo que podría definir qué pasó en este caso. Sabía que los forenses tenían fotografías, como en todos los casos policiales, sobre los sucesos que requieren explicación. Consulté con un investigador pero no tenían datos de lo mi padre, no al menos en el poder de ellos sino de alguien más poderoso. Quizás sobre el apartado clasificado.

Esto aún más me generaba desconfianza pues, ¿Qué existe detrás de este accidente? Es decir, ¿por qué estarían ocultando algo así? Inmediatamente la duda se convirtió en un grito que logré vociferar en plena estación de policía y motivo por el cual casi me detienen. Ya veía las esposas en mí.

Al irme, uno de los investigadores me hizo señas mientras salía afuera a fumarse su cigarro. Me comentó que él podía tener acceso a esa información y que era un archivo clasificado del gobierno. A lo que luego me sugirió que si quería ese archivo debía pagarle una cifra considerable de dinero, pues traería una copia a mis manos.

No lo pensé mucho y accedí. Estaba muy emocionado que luego de tanto tiempo tenga algo sobre lo que profundizar. En tres días tendría esas pruebas y así conocería la ansiosa verdad.

Se había cumplido el plazo de días en que se me entregarían las pruebas y desistí sintiéndome mal por haber perdido el dinero pero aún más por desconocer esa información. Me sumergí en una profunda depresión, sabía que me era inevitable salir de esa situación y volvería a tomar alcohol hasta perder la conciencia.

Hasta que un día lluvioso y torrencial un automóvil oscuro se aparcó en la puerta de mi casa. Observé con detenimiento quién era pero no lograba visualizar nada debido a sus vidrios polarizados. La ventanilla se bajó y de allí un brazo me entregó un paquete de un papel amarillo. Era más que claro que contendría la evidencia que tanto aclamaba tener.

Corrí con desesperación hacia el interior de mi casa. Me senté y puse sobre la mesa aquel paquete. El papel se humedecía con el traspirar de mis manos, ahondé una bocanada de aire y decidí abrirlo.

El ritmo de mi corazón estaba acelerado. Jamás había visto algo similar, pues lo que había dentro de aquel paquete eran una serie de estudios hechos por los forenses que determinaban que su cuerpo se había calcinado por completo, con la peculiaridad de que el incendio jamás podría producir tanto calor como para convertir los huesos quebradizos en cenizas.

Habían algunas fotografías que señalaban el lugar donde había ocurrido plenamente con exactitud, pues lo que quedó del cuerpo estaba rodeado por conos anaranjados y las típicas cintas amarillas que impiden el paso y marcan el territorio de lo acontecido.

Cuando creí haber sacado todo del interior de aquel paquete me encontré con una cinta en VHS. Tenía una etiqueta que decía "Confidencial - Uso restringido de personal". Inmediatamente fui a prender la televisión y a colocar el video en el reproductor.

Mi estómago parecía contraerse y con algo de pánico observé una de las cintas de las cámaras que había alrededor, que hoy están destruidas por alguien de forma adrede.

Desde la inmensidad del cielo un gran rayo rojizo cayó sobre aquel campo donde mi padre trabajaba. Lo que había allí era una nave más grande de lo que alguien pudiese imaginar alguna vez.

Por una extraña razón eso no causó el fuego, no hasta que él enloqueció de repente tirándose a sí mismo combustible del tractor para luego incinerarse. El efecto de ese rayo, por cuestiones que no parecen poderse explicar, intensificarían los grados de calor que se pudiesen lograr, todo en cuestión de segundos.

Un campo de varias hectáreas que a simple vista fue comprimido en un aire caliente siendo el centro el más ardiente, justo donde allí mi padre consumió toda esa fatal energía.

Al fin tenía las pruebas, pero esta vez, ya no quería saber más nada. No estaba en las dimensiones en las que podía pensar o imaginar y con el paso de los días noté que mi percepción de la realidad se volvía cada vez más en mi contra.

Quizás haya valido la pena encontrar esas respuestas, pero a cambio, temo terminar de la misma manera por algo fuera de este mundo. Los veo totalmente sigilosos acechándome, hoy encargándome del campo de mi padre.