Relato: Kitty (II)

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(Edited)

Primera parte

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Fuente de la imagen: Pexels

Kitty Hawerhood estaba agitada. Por primera vez en sus 18 años de vida estaba cometiendo un pecado imperdonable. Sintió que enloquecía conforme atravesaba el Shoreditch Park, como si algo terrible estuviera a punto de desatarse con su sola presencia.

Su cuerpo temblaba con violencia, como si temiera que la descubrieran pronto y la ira de su padre descendiera sobre ella como fuego infernal.

No era para menos. Si había alguien que le generaba más miedo que Dios mismo, ese era su padre.

Pastor de iglesia, el señor Hawerhood era un hombre de carácter severo, explosivo y autoritario. Nada se movía sin su voluntad, ni siquiera en cuestiones de dinero, el cual parecía atesorar más que la vida de su propia familia debido a que, citándolo, "al menos no traiciona la confianza de Dios y no trae pecado al mundo".

Pecado. Pecado el sentir, pecado el soñar, pecado el hablar... Pecado el ser mujer. En todo eso se resumía su clara misoginia, en todo eso se resumía su codicia. Consideraba a las mujeres como demonios a los que se debía someter con vejaciones de todo tipo, a la vez que los consideraba como reses de ganado sacrificables.

Kitty lo sabía muy de primera mano desde que cumplió los 15 años. Lo sabía cuando recibió una golpiza solo por sonreír inocentemente a un joven caballero que estaba ayudando a una anciana en la iglesia. Lo sabía cuando su padre le llamó "puta", "impía", "inmoral" ese día.

Su madre, quien fungía como organista de la iglesia, no intervenía. Ciegamente apoyaba a su padre en cada acción que realizaba, por muy agresiva que fuere. Parecía que veía en su propia hija a una rival por el amor de su esposo, una idea bastante retorcida incluso para una muchacha que sabía muy poco más del mundo.

En cuanto a sus hermanos mayores, ninguno de ellos le quería tender la mano y protegerla de la ira paterna. Y eran ellos quienes pecaban más que ella; eran ellos quienes cometían toda clase de abusos contra sus esposas e hijos, a quienes dejaban en el abandono mientras se largaban a pasear con sus amantes. Pero para su padre eso era natural, propio de su sexo; era una cosa perdonable, porque, según él, "los hombres eran seres de luz".

La tristeza y frustración invadieron su mente mientras caminaba por el parque a paso lento.

A los 16 años ella había conocido a un muchacho que le había prometido sacarla de aquél infierno casándose con ella. Creyó en su palabra, sin imaginarse que para él solo era un divertimento más. El tipo era hijo de un banquero muy conocido entre la comunidad por sus grandes donaciones a la iglesia; era cuatro años más grande que ella, con una fachada seria y respetuosa ante su padre.

Rezó todas las noches para que su infierno personal acabase en buen término, pero cuando la realidad la recibió de golpe, sus rezos por él se volvió un rosario de dolor.

Se había burlado de ella con sus promesas de matrimonio; la había usado para su divertimento personal, siendo ella quien pagase las consecuencias mientras que él se pavoneaba entre sus allegados feliz de la vida.

Desde ese momento ella decidió cerrar su corazón herido y aceptar con resignación el destino que Dios parecía imponerle. Sin embargo, su corazón parecía rebelarse contra los designios una vez más a los dos años de aquél suceso: en su camino se cruzó con el hombre al que ella le entregó la carta.

Ella sabía que era un policía, una especie de sargento según pudo escuchar entre los vecinos de la comunidad. De cabello castaño claro, alto, fornido, de carácter resuelto. No sabía su nombre o su apellido; su padre en ese momento les había ordenado a ella y a su madre que se guardaran en sus respectivas habitaciones. Sin embargo, podía verlo desde la ventana; siempre estaba acompañado de otro hombre de cabellera oscura, con quien quizás discute los pormenores del caso que estaban investigando en ese momento, el de la muerte misteriosa de la señora Dean.

Había algo en aquél hombre que la atraía. Quizás su carácter, quizás su atractivo físico, quizás esa especie de energía que parecía luz en medio de la oscuridad.

Se detuvo abruptamente, sorprendida ante lo que estaba viendo en ese momento.



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