Relato: George (II)

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Parte uno


Fuente de la imagen: Pexels

Apenas George levantó la vista al escuchar que entrara Cristina, sus miradas permanecieron estáticas. La conexión fue instantánea; los ojos de Cristina, castaños oscuros como la noche, adquirían un sutil tono dorado, indicándole a George que la había encontrado.

Desviando la mirada, le indicó a la joven que se sentara. Cristina, quien salía de su ensueño, se limitó a obedecer.

"Samuel me ha dicho que deseas trabajar con nosotros y que eres capaz de aprender el oficio", le dijo.

"Sí, señor Fairchild. Tenga por seguro que no le defraudaré", respondió Cristina con emoción. "Pondré todo mi empeño en la elección de productos".

George le dio la espalda y tomó un fajo de hojas que estaba en el buró que estaba tras él. Asentándolo en la mesa, le dijo: "Este es tu primer trabajo. Llegó esta mañana en el correo diario".

Cristina se limitó a asentir con la cabeza mientras tomaba el fajo. "¿Tengo alguna fecha límite en específico?", preguntó.

"Lo necesito para el lunes".

"Muy bien, señor Fairchild. Me pondré a trabajar en ello de inmediato. ¿Algún otro proyecto que desea que revise?"

George negó con la cabeza, diciéndole que podía retirarse. Cristina, con una visible alegría, se levantó y se despidió antes de marcharse de la oficina. Al verse a solas, George tomó el teléfono y marcó un número.

"¡¿Es en serio lo que me estás diciendo, tío?!", exclamó Samuel con sorpresa mientras asentaba su vaso de ron con coca cola en la mesa.

"Tan cierto como todo lo que se puede tocar", dijo George.

"¿Y ya lo sabe la abuela Morgaine?"

"No. Aún no lo sabe, y no pienso decírselo. Además, no quiero inmiscuir a Cristina en este mundo, a menos que me vea obligado a hacerlo. Por ahora es mejor continuar así las cosas".

Dicho esto, desvió la mirada hacia la ventana. Recuerdos de amores pasados invadieron su mente. De toda su familia, él era el único que no ha tenido descendencia a pesar de haberse casado dos veces. Sintió que quizás la paternidad no era lo suyo, aunque sus instintos de protección surgieran de forma abrupta cada vez que se quedaban los hijos pequeños de Cordelia y Leon, parientes suyos lejanos.

Aquello no lo desanimaba en absoluto. Era un destino que él aceptó y abrazó con entereza después de la muerte de Georgiana, su segunda esposa. Por lo tanto, trataría a Cristina como la hija que nunca tuvo, pues ese era el cariño que le había inspirado de inmediato apenas le vio.

¿Sabrá la joven algún día qué eran él y su familia? Es probable que no; la mantendría lejos de aquél mundo al que él pertenece, permitiéndole vivir una vida normal sin vampiros, licántropos o híbridos como él.

Al menos así serían las cosas por el momento.





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