AGUARDIENTE

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     Es esta una palabra que no escandaliza a nadie, como sí sucede con algunas que se refieren a otros tipos de sustancias espirituosas. Desde mucho tiempo atrás se nos hizo familiar el término que, dicho sea de paso, tiene cierta tradición religiosa: que si Baco en la antigüedad; que si el primer milagro de Jesucristo fue convertir el agua en vino en las bodas de Caná de Galilea; que si los monjes en los monasterios tuvieron la hegemonía de la producción y distribución; que si forma parte de la eucaristía... y pare usted de contar.

     Pero ¿de dónde salió esta palabreja?

     Tal como suena, es una palabra compuesta del sustantivo agua que nos viene del latín acqua y ardiente, que es el antiguo participio del verbo arder más -nte. Se dice, y tiene cierta lógica, que el tal vocablo surgió por la reacción de quien consumía esta bebida al expresar que semejaba un poco de agua que pasaba ardiendo por el gaznate.

     El Diccionario de la lengua española lo define como Bebida espiritosa que, por destilación, se saca del vino y de otras sustancias; es alcohol diluido en agua.

     Total, que la palabra nos resulta familiar porque ha sido vilipendiada por unos y exaltada por otros. El aguardiente ha estado presente a lo largo de muchos siglos de la humanidad. Antiguos poetas cantaron sus virtudes, médicos eminentes recomendaron su consumo, artistas de toda índole le han dado sus pasiones, millones de anécdotas refieren a egregios borrachos y soberbias borracheras.

     Jorge Luis Borges, usando pareados magistrales, dice del vino: En el bronce de Homero resplandece tu nombre, / negro vino que alegras el corazón del hombre. (...) Junto a aquel otro río de noches y de días / corre el tuyo que aclaman amigos y alegrías, / Vino que como un Éufrates patriarcal y profundo / vas fluyendo a lo largo de la historia del mundo.

     Y mi hermano Teresio de la Porra, a propósito, nos dice en esta décima profana:

Escuché a un sabio hablando
y nos decía el muy canijo
que Hipócrates dizque dijo
“dormirse sobre algo blando
y beber de vez en cuando”.
Y yo, que soy un profano,
recomiendo a mis hermanos
en todo usar aguardiente,
y el agua tan solamente
para lavarse las manos.

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Texto de Tomás Jurado Zabala
Gracias por sus amables lecturas



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