Lascivos recuerdos

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Era un día jueves, por la mañana... Cuando me llamaste y me dijiste que tendrías una junta de trabajo en un hotel prestigioso de la ciudad y me invitaste a ser tu acompañante.

Me pediste ir bien vestida u con un cambio elegante para la cena.

Emocionada, comencé a guardar mis prendas más coquetas, las de encaje con satín y listones, el liguero, las medias, la tanga de hilo... El perfume de dulce durazno que te enloquece, labial rojo y colorete... La cámara de vídeo, los juguetes sexuales...

Llegando al hotel, me besaste discretamente, me oliste y me llevaste directo al sofá del lobby, dónde me observaste de pies a cabeza.

Conversamos y después de un rato, nos dirigimos a tu habitación, donde el deseo abrió la puerta y entramos en él.

Aprestaste fuerte mis caderas a tu pelvis, tu entrepierna dura y ardiente, para volverme loca como siempre. Nos besamos con locura, ¡Reíamos por la emoción! Me mirabas y tus ojos destellaban como soles implotando en los míos.

Con tu lengua recorriste mi cuello hasta llegar a mi escote, que arrancaste de un jalón con tus manos temblorosas, ansiosas de recorrerme entera...

Me dejé llevar por tu cadencia y ritmo de tu sensualidad, hasta que quise tomar el control.

Retiré mis prendas y las dejé caer junto a la cama. Observaste curioso y lascivo la escena...

Ví encenderse el deseo en tu rostro y comencé a posar. Saqué la cámara y te pedí que me fotografiarlas en todas las poses que desearías. Me pediste cambio de vestimenta y obedecí para continuar la sesión.

Pose tras pose, cambios de lencería, besos, caricias cada vez más intensas... ¡Todo llevaba a la lujuria, al arrebato carnal de nuestra profunda lascividad, nuestra pasión ebullía como nunca!

El ambiente ardía con nuestros movimientos, el aire se impregnó de nuestra esencia y el ruido se rompió con el sonido de nuestros besos, de nuestros cuerpos desnudos, tibios y húmedos... Hasta llegar juntos al Nirvana, exhaustos, satisfechos, ronroneantes.



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