Viaje inolvidable

Julia, oriunda de un país del sur del continente, siempre había sido amante del mar y de todo lo que encerraba su vida, por lo que estudió Biología Marina. Aunque estaba ya retirada, siempre andaba explorando nuevas aguas. Un amigo le comentó que en Venezuela había playas hermosas. Inmediatamente se le encendieron las alarmas y quiso visitar el país, especialmente Los Roques, pues quedó impresionada por la belleza de este lugar al investigar por internet.

Arregló todo y viajó a Venezuela, atraída por la belleza natural del Archipiélago, sabía que podría disfrutar y descubrir grandes y bellas cosas; al llegar, ubicó sus pertenencias en la Posada y recibió una breve reseña histórica por parte del guía turístico, no quiso ni descansar, fue directo al mar; caminó junto al grupo un largo rato por la orilla de la playa, realmente fascinada por la belleza del lugar y la calidez de sus aguas.

(Los Roques, con una extensión de 221.120 hectáreas, tienen la particularidad de ser el único atolón coralino del mundo en cuya formación no hubo procesos volcánicos. Es uno de los parques nacionales del país, en procura de preservar la fauna y la flora de dichos ambientes y como refugio de las que en su migración, buscan descanso).

Estaba cada vez más ansiosa por explorar la vida submarina de esa maravilla natural.

Se sentó un momento a la orilla para descansar, de pronto oyó una voz, a sus espaldas: “hola”. Voltea y no hay nadie, al momento vuelve a oír esa voz un poco metálica y notó que provenía de un bolso de alguno de los turistas que disfrutan de la playa, con cuidado levantó la tapa del bolso y vio que era un juguete que hablaba y reía, luego lo volvía a tapar.

Al día siguiente muy temprano, ya estaba preparada y lista para explorar lo anhelado: la vida marina que había allí abajo; con todos los accesorios necesarios y acompañada de un equipo de especialistas empezaba la aventura; al adentrarse en el agua comenzaba a ver diferentes especies de peces, crustáceos, moluscos, corales, esponjas, erizos y estrellas de mar.

Uno de los buzos que la guiaban le hacia señas y ella se quedaba sumamente impresionada al ver cómo se le iba acercando un delfín, lo vio tan de cerca que su corazón casi se paraliza de la emoción, nunca había mirado uno en su hábitat natural y al alcance de sus dedos.

Estaba maravillada con todo lo visto y vivido en lo profundo del mar, era su pasión y ver tantas especies marinas la llenaban de emoción, le llamó poderosamente la atención las tortugas; vio por lo menos cuatros especies que estaban en amenaza de extinción, definitivamente este lugar era una maravilla, meditaba.

Se fue a descansar con aquellas exuberantes imágenes en su cabeza y en su cámara submarina, "estoy satisfecha y enamorada de Los Roques", pensaba mientras comía un sabroso plato de Sagú, que, siendo una comida exótica, allí la preparaban deliciosamente.