La rabia tocó ayer a mi puerta pero no quise dejarla pasar. La rabia trató de abrirse paso tratando de derribar la puerta. Venía con agresividad. Confieso que estuve a punto de ceder, pero la voluntad de no dejarme pisotear me dio la fuerza que necesitaba.

Para ponerlos en contexto:

Yo comencé a trabajar en enero para una señora que se encarga de vender ropa traída de China. Ella siempre ha trabajado online, pero decidió abrir una tienda en una bonita zona de Caracas y me ofreció trabajo. Yo acepté encantada. Era muchísimo trabajo; había que hacer inventario de 840 piezas en ttres días, además de ello, etiquetar cada una y colocar el precio. Luego acomodarla en los diferentes mostradores y maniquíes que tenía para eso.

Llegaba a las 9 de la mañana, pues esa era mi hora de entrada hasta las 6 de la tarde pero eso casi nunca se cumplía porque había mucho trabajo. Yo solía salir sobre las veinte horas y trabajaba los fines de semana. Los lunes eran mis días libres.

Era agotador, pero me fascinaba.

Lo cierto es que al poco tiempo contratan a una mujer para las labores de limpieza. La señora se veía simpática pero había algo que no me terminaba de convencer en ella. No obstante, traté de hacer una buena relación con ella, varias veces la llevé a su casa después del trabajo. Un día que enfermó, le llevé una sopa y le compré la medicina porque decía que no tenía dinero.

Pero ese tema me causaba incomodidad. Ella siempre quería estar hablando de más. Le gustaba mucho criticar a los jefes y al padre de la señora. Vivía quejándose del horario tratando de que yo me pusiera de su lado pero eso era imposible, porque me gustaba mi trabajo.

Para hacer el cuento corto, entre todas los detalles que noté en ella, me llamó la atención que un día estábamos en la cocina tomando un café y ella se pone a hablar como siempre, mal de los jefes. Yo no respondí porque no estaba de acuerdo y porque no me gusta verme envuelta en chismes absurdos.

Lo cierto es que después en la oficina, ella se puso a llorar delante de los jefes dándoles las gracias por tan bella oportunidad, porque ella no se imaginó nunca tener tanta suerte y encontrar personas tan maravillosas como ellos...

¿Qué? ¿En serio? Oh, mi buen Dios...

¿Se acuerdan del personaje de tiras cómicas llamado Condorito? Pues así mismo caí yo...

¡O sea, esta mujer está chiflada! ¡Habló pestes de los jefes y diez minutos después los elogia, llora y da las gracias por tan maravillosa oportunidad!

Ellos corrieron a abrazarla y decirle lo linda que era, los sentimientos tan hermosos que tenía y blah blah blah...

Yo me quedé de una pieza, en serio no lo podía creer.

Me retiré de la tienda días después porque este tipo de situaciones me superan y no puedo convivir con ellas. No tolero la hipocresía y por consiguiente, no podía estar en ese ambiente tan falso. Mi jefa me preguntó qué sucedía y le dije que eran motivos de salud. No es mentira porque casualmente mi hijo enfermó ese día y al poco tiempo, enfermé yo.

Lo cierto es que mi jefa me estuvo llamando para que yo regresara porque era una excelente vendedora y no quería perderme y porque las clientes estaban muy contentas con mi atención. Le dije que apenas me sintiera mejor, regresaría.

La verdad es que el aspecto económico jugó un papel importante en mi decisión y pensé que mientras mantuviese al margen a Rosa (así se llama), las cosas quizás pudiesen funcionar.

Pero de un momento a otro, mi jefa me escribió para decirme que yo había tomado una buena decisión al retirarme, que yo había abandonado el barco y que eso era algo que ella no podía perdonar además de otras cosas.

¿¿¿Quéééé??? Jamás había dicho algo así. Y además, ¿Qué eran las otras cosas?

Un cambio de actitud tan radical no es normal.

Bueno, pues comencé a buscar empleo en otras partes, ni modo, ¿verdad?

Hoy me enteré por un estado de WhatsApp de mi ex jefa, que la nueva encargada de la tienda era nada más y nada menos que Rosa, la de las lágrimas falsas.

De manera que llamé al papá de mi jefa y me dijo que Rosa había dicho que yo salí huyendo porque me había robado un pantalón y que siempre me quejaba del horario y que no soportaba a mis jefes.

La muy hija de Dios me puso en contra de todos, habló pestes de mí cuando le tendí la mano, la llevé varias veces a su casa, que era al otro lado de la ciudad y ella se dedicó a manchar mi imagen de una manera tan baja y tan desleal, volteando todo lo que ella dijo, haciéndoles creer que había sido yo la que había hablado mal de ellos y además que les había robado.

Sentí una furia que iba subiendo por mi cuerpo y las lágrimas de ira amenazaron con salir de mis ojos. Sentí la tentación de llamarla, quería gritarle mil cosas, ir a la tienda y ponerla en evidencia.

Después de despotricar, salí a caminar para calmarme y pensarlo mejor. En mi imaginación había un desastre de ideas revueltas. Pero caminar me ayudó a calmarme.

¿Qué podía hacer? Es obvio que ellos le habían creído todo. Yo que jamás me he robado ni un alfiler, tenía ahora una fea mancha en mi hoja de vida causada por esa bruja.

Como dicen "arriba hay un Dios que para abajo, ve". Todo cae por su propio peso y la vida se encargará de pasarle factura a esa mala mujer.