Sentir la impotencia de no poder hacer nada al respecto es lo peor que un padre puede sentir cuando sus hijos e hijas no tienen las posibilidades que nosotros en algún momento de nuestra niñez tuvimos. Puede ser desde lo más pequeño hasta lo más grande, por ejemplo, desde un juguete que no podamos comprarle hasta un tratamiento contra la leucemia que no podamos brindarles; hay padres y madres que viven con el eterno remordimiento de no haber podido salvar las vidas de sus pequeños, eso es un caso extremo pero igualmente hay quienes se sienten muy mal por no poder brindarles las comodidades necesarias a sus hijos, incluso si los pequeños quieren algo con amor y los padres son incapaces de brindárselos, se transforma en un sentimiento de impotencia y tristeza que agobia la estabilidad emocional de muchas personas.

Por otro lado están quienes consienten con todo lo que pueden a sus pequeños, siendo en algunos casos hasta mal criados porque no se les enseña a los niños a darle el valor a las cosas que se les están dando, pero todos quisiéramos que nuestros pequeños tuviesen por lo menos las mismas posibilidades y oportunidades que tuvimos nosotros en nuestro momento de la niñez. La imaginación de los infantes es ilimitada hasta que nosotros mismos como adultos les vamos limitando su pensamiento con nuestros errores y frustraciones, pero muchas veces esas frustraciones provienen de la impotencia de no poder dar más de lo que estamos ofreciendo, por lo que cometemos dos grandes errores en la vida de un niño: coartar sus posibilidades y frustrar su pensamiento.

Cuántas infancias no han sido arruinadas por los mismos padres y sus frustraciones, al momento que sus pequeños con la mayor inocencia quieren demostrarles la existencia de los dragones y los seres místicos, pero nosotros con nuestros problemas no tenemos tiempo para prestarles atención a esos soñadores inocentes que vinieron al mundo a perder su inocencia por medio del dolor y el sufrimiento. Otras veces queremos corregirlos y lo que hacemos es traumarlos de por vida, como aquellos padres que con violencia han marcado la vida de muchas personas que crecieron dentro de un ambiente familiar hostil sin ningún tipo de refugio. Carl Jung habla sobre el dolor como forma de aprendizaje, y sujeta la idea de que para corregir es necesario hacerlo de forma que el dolor sea quien marque la enseñanza, pero no es siempre que vamos a utilizar el dolor como un método de aprendizaje porque se forma una conducta incorregible en el futuro de los niños, y aunque es necesario en algunas ocasiones reprenderlos duramente, no es necesario hacerlo con frecuencia y menos por cualquier cosa.

La impotencia, las frustraciones, y las acciones desmedidas son las que nos hacen arrepentirnos de muchas cosas en el proceso de la crianza que son imposibles de recuperar en el tiempo, como esas preguntas inocentes, esos juegos traviesos, esas sonrisas auténticas, esas palabras sinceras, esos abrazos eternos y esos besos infinitos son los que más nos pesan en el alma mientras que nuestros hijos van creciendo y van abandonando su inocencia por culpa de nuestra negligencia como sus guardianes. La forma es que tratemos y criemos a nuestros hijos e hijas va a determinar toda su existencia, no basta con haberse quedado a atenderlos y no haber huido como hacen muchos, o creer que por alimentarlos tenemos algún derecho divino sobre ellos, son seres humanos que en algún momento nos van a abandonar para adentrarse en sus propias vidas, caminar su propio sendero, y mientras se van alejando de nosotros llevan consigo todos los recuerdos que pudimos darles en esos primeros años en los que debimos estar para ellos y no estuvimos, mientras van caminando hacia el horizonte se llevan nuestro amor, nuestra dedicación y nuestras enseñanzas, tratemos que se lleven siempre lo mejor de nosotros a pesar de que algunos no podamos darles todo eso que anhelamos para ellos, pero que lo más importante que podemos brindarles es la preparación para enfrentar la vida de manera correcta, la virtud de existir.