Llega un momento en la vida de algunos en los que comenzamos a ver el mundo de manera distinta a como éramos de pequeños, porque las experiencias van formando nuestro juicio y nuestras apariencias también. Cuando éramos infantes teníamos la idea de que todas las personas, sólo por sonreír, eran buenas personas mientras que los que andaban amargados o trataban mal a otras personas los considerábamos gente que irradiaba maldad, y por lo tanto nos asustaba tener trato con ellos. Incluso las películas infantiles nos formaban esa idea primaria de ver a los amargados como las personas malas, mientras que las princesas y príncipes que siempre andaban sonrientes (Y no veo motivos económicos por la que una persona de la realeza tenga que estar triste) eran atacados por estas personas infelices y malvadas.

La verdad no sé si es un experimento social por parte de la hegemonía comunicacional, pero hoy en día los villanos de las películas son venerados por la opinión pública, incluyendo el público infantil quienes son los más afectados intelectualmente pero, lamentablemente este no es el tema del escrito aunque podría serlo en un futuro escrito para dar a conocer un tema diferente y más relevante que el del "bebito fiu fiu". A lo que me refiero con este cambio, paradigmático podríamos llamarlo, es que muy aparte de lo que la opinión publica piense de los superhéroes, nosotros como personas comenzamos a admirar o comprender a aquellos que no están dentro del canon moral sobre lo bueno, o lo que creemos que es realmente bueno desde que éramos pequeños. Llega ese momento donde comenzamos a ver en las sonrisas una de las cosas más asquerosas y viles del ser humano, la falsedad.

Ver la viscosidad de las heces fecales u observar un cadáver en descomposición no se equipara a la repugnancia que siento al ver a una persona falsa sonreír cuando sus intenciones son otras distintas, pero he tenido que optar por ser indiferente, pues, cuando te enfrascas en este tema siempre termina perdiendo el que intenta defender la verdad, como Sócrates fue asesinado injustamente por las leyes atenienses, de la misma forma son condenados los que buscan la verdad en los falsos porque le mundo siempre decide creer en los malhechores, para muestra está como el pueblo judío escogió a Barrabás antes que Jesús de Nazaret. Estos doble caras siempre se salen con la suya, pues camuflan muy bien sus intenciones, es muy raro cuando una persona desenmascara una falsedad en otra y queda como la buena persona ante los ojos del mundo, ni siquiera Julian Assange con todos los archivos clasificados que dio a conocer al mundo sobre las atrocidades que ocultaban gobiernos del mundo, en su mayoría el gobierno de los Estados Unidos; las personas siempre optarán por escoger el lado oscuro de la historia porque no soportan la verdad, viven engañados con la mentira y así se sienten cómodos, y mueren felices sin saber en realidad cuál es la verdad.

Soy indiferente a la gente por el simple hecho de que a ellos les es indiferente la verdad, pero como me molesta cuando alguien me trata con indiferencia cuando yo me intereso por su bienestar, creo que es una de las cosas que más causa ira y decepción cuando siempre has sido todo para alguien y este te trata con indiferencia como si todas las cosas que has hecho no han servido de nada. Uno se siente un inútil que malgastó mucho tiempo, energía y salud en alguien que simplemente le dan igual tus acciones, y no les da el valor que merecen; cuánta gente no hay así en el mundo que no respeta la voluntad del otro de querer hacerles bien, y responder al final de todo: Yo nunca te pedí que lo hicieras. Creo que esa frase es la que más duele y la que vuelve loca a la persona que lo dio todo en algún momento por aquella que sin motivos claros le trata con indiferencia.

"No se puede ser sabio y estar enamorado al mismo tiempo" es una frase famosa de Bob Dylan que llama a la reflexión de las personas con respecto a las cegueras que nos otorgan los sentimientos cuando son muy intensos, no solamente el amor cega, también lo hace la ira, la tristeza, y en este caso la indiferencia nos cega de lo que pasa a nuestro alrededor a tal punto que no queremos conocer la verdad o no reconocemos lo que otras personas hacen por nosotros simplemente porque no nos importa. Ser indiferente es un acto totalmente egoísta que no se preocupa en lo que está pasando alrededor, sino que se centra únicamente en la persona; tratar con indiferencia nos puede parecer algo necesario pero cuando somos tratados con indiferencia nos sentimos el microbio más ínfimo de toda la existencia.