"Look how I brought you your favourite flowers, so that you know that we remember you and love you very much, my beautiful love",_ my mother would say, arranging the flowers with meticulous care and attention to detail.

In the distance we saw Martina coming with her hands full of tulips and next to her was a boy who looked very much like my brother. Martina passed us and greeted us. Her greeting was simple, but cordial. My mother nodded her head, no drama, polite if you like. Then Martina walked away and got lost in the crowd, like a disappearing shadow. No one said anything, we just kept cleaning the grave, on which there is a photograph of my father, which looked like he was smiling.

All images are free of charge and the text is my own, translated in Deepl.

Thank you for reading and commenting, my friend. See you next time.

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¿Cuanto dura la sombra de un fantasma?
Luego de la muerte de mi padre hubo un rumor que llegó a los oídos de mi madre: mi padre había tenido un amorío largo con una compañera de trabajo:
_¿Cómo tu padre me hizo esto? –fue la pregunta de mi madre entre sollozos.
_La gente inventa mucho, mamá –le dije pasándole la mano por la cabeza para intentar calmarla. Se notaba que mamá había dejado de llorar por la tristeza y había comenzado a llorar de rabia.
_¡Y esa mujer se atrevió a ir al entierro! –exclamó como si la actuación de la mujer fuese una grosería- ¡Mujer descarada que no le da pena ser la otra!
_¿Quién te dijo que había ido, mamá? La gente inventa mucho. –repetí para calmar la tormenta que amenazaba con destrozar el alma de mi madre.
_¡Me dijo Celia! La mujer fue para el velorio y para el entierro –afirmó como si tuviera en sus manos las pruebas de un crimen.
Efectivamente, la mujer había ido. Yo la había visto. Había permanecido en una esquina, rodeada de gente, casi todos compañeros de trabajo de mi padre. La mujer se veía ojerosa, hinchada por el llanto. Es verdad que en esos instantes de dolor, es poco lo que uno ve o recuerda. Pero recuerdo que aquella mujer se acercó a mí y me dio el pésame:
_No sabes el dolor que me causa la muerte de tu padre. Lo quise tanto –me había dicho bajito y nos pusimos a llorar las dos. Mi padre era tan querido por todos, tan especial, que jamás pude imaginar que aquella demostración de dolor y afecto de aquella mujer tuviera un trasfondo, pero por lo visto sí lo tenía.
Luego nos enteramos que aquel amorío había sido hacía mucho tiempo, cuando mi padre comenzaba a trabajar en aquella oficina. Que luego la mujer fue trasladada a otra ciudad porque había tenido problemas con la esposa del jefe. Esto se lo dijo Celia a mi madre que se encargó de decirlo cuántas veces podía:
_¿Cómo tu padre me hizo esto? –repetía como un disco rayado, como si su vida se hubiese detenido en el coro de una canción y no hubiese podido avanzar para nada - ¡Y con esa mujer que sabrá Dios cómo era si hasta tuvo problemas con la esposa del jefe! –esgrimía mi madre como si tuviera tragando piedra molida.
La mujer en cuestión se llamaba Martina. Martina no era bonita ni fea, pero sí tenía, a pesar de su edad, un buen cuerpo. Era oriunda del llano venezolano, pero había venido al oriente buscando mejor vida y oportunidades de trabajo. Martina tenía un hijo, de unos 15 años, pero no se le conocía que tuviera esposo. Celia, que es la mejor amiga de mi madre, le había averiguado toda la vida de aquella mujer que había tenido la oportunidad de coincidir con mi padre muchísimos años antes y había compartido con él un breve tiempo.
Como la mayoría de los rumores, aquel rumor se esparció como pólvora y llegó a dimensiones descomunales, tanto que se llegó a decir que el hijo de Martina era nuestro hermano:
_¡¿Cómo me hiciste esto?! –exclamaba mi madre frente a la tumba de mi padre como si mi padre pudiera escucharle y responderle. Su orgullo herido de mujer traicionada no le permitía botar una lágrima, mientras acomodaba los tulipanes sobre la sepultura.
Nosotras, sus hijas, solo intentábamos que aquello no enfermara a mi madre, que ya bastante tristeza había padecido y que al final de cuenta, era la víctima de todas aquellas murmuraciones. Por eso, cada vez que alguien, de manera imprudente o de manera maliciosa, llegaba a recordar aquel desliz, simplemente cambiábamos la conversación o despachábamos, sin misericordia, a la persona indiscreta.
Desde la muerte de mi padre han pasado siete años. El año pasado, era el día de los difuntos y como es costumbre, todos habíamos ido al cementerio a velar a nuestros muertos. Mi madre había llevado tulipanes, las flores preferidas de mi padre, y a medida que llenaba los floreros, hablaba con él:
_Mira cómo te traje tus flores preferidas, para que sepas que te recordamos y te queremos mucho, mi amor bello –decía mi madre acomodando la flores con minuciosidad y esmero.
En la distancia vimos que Martina venía con las manos llenas de tulipanes y al lado de ella venía un muchacho muy parecido a mi hermano. Martina pasó a nuestro lado y nos saludó. Su saludo fue simple, pero cordial. Mi madre hizo un gesto con la cabeza, sin drama, amable, si se quiere. Luego Martina se alejó y se perdió entre la gente, como una sombra que desaparece Nadie dijo nada, solo seguimos limpiando la tumba, sobre la cual hay una fotografía de mi padre, la cual parecía que sonreía.