Emocionado por la convocatoria del equipo de @es-literatos, escribí este breve relato. En principio, tuve la idea de sostener mi historia en la motivación del inquietante cuento "Casa tomada"; al final me surgió, con un pequeño guiño a los lectores de Rayuela, una metáfora que proviene desde los tiempos de Adán.

El concurso me parece un muy merecido homenaje a Julio Cortázar, eterno cronopio. Te invito a participar en él chequeando sus bases.

Pixabay (KELLEPICS )

¿Había visto alguien a la maga? Tal vez nadie sobrevivía su encuentro. Cada noche, en mis pesadillas, se revelaba como entidad hermosa que, en forma de sueño y tentación, llevaba a la muerte. ¿Existiría?, ¿o era que el temor fue creciendo como río por su cauce? Por ello, abandonábamos el pueblo, en desorden, huyendo hacia las montañas y campos más próximos.

Yo iba con Milk, un pastor belga con buen olfato. Íbamos ligeros, tratando de no perdernos, cuando, sin motivos, Milk se alejó del grupo, apresuró el paso y atravesó una pequeña colina. Al perderlo de vista, di unos saltos largos. Pude verlo detenerse en la linde del pasto, entrecerrando los ojos, la nariz vibrátil, y sentarse tranquilo. El monte cerraba el horizonte; hacia el este, el campo se ensanchaba hasta la ineludible línea sombría que lo enmarcaba en el confín.

No había nubes ni soplos de viento. El campo emanaba una frescura confusa de alcanfor, culantro, cardamomo, clavo, canela, tamarindo, jengibre. Milk corrió ladrando hacia una chica que venía subiendo la cuesta. Era joven, pálida, de belleza profunda en la perfecta solidaridad de mirada, boca, cuello, más que en el rostro -aun hermoso.

– Vámonos, Milk –grité.

Entonces, la chica recitó:

– ¡Tres cosas impiden a los humanos una mirada que diga “Sí”: temor a lo desconocido, horror a lo conocido, y su hermosura!

Ella no tenía encima más que un collar de perlas, ámbar y coral, y una camisa de color claro, de gasa fina, que se entreabría hasta el ombligo, donde el hermoso vientre surgía blanco como la nieve.

Al abrir su camisa y descubrir sus pechos, saltaron en el aire toda clase de perfumes y especies selectas: almizcle, esencias de todas las flores.

– Toma, poséeme toda –dijo–. Verás cuán obediente y amable soy. He aquí los narcisos de mis pechos y el vergel suave de mi vientre. Mi ombligo gusta de caricia delicada; disfruta de él. Saborea las primicias de mi fruta. La noche no bastará. Gozaremos hasta el día.

Milk corría; yo escribí en la tierra: La perfidia posee ojos hermosos, alargados, y bellas trenzas abundantes.