Un vistazo al futuro - Minicuento IV

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(Edited)

Un Vistazo al Futuro:

Evitarlo

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Respiro hondo tratando de recobrar la calma, mis uñas clavadas en la planta de mis manos se ablandan y mis hombros pierden rigidez. Estoy acabada. Esto que siento soy yo sumamente cansada.

Levanto mi rostro y observo a Oliver y Jace amedrentar a Eliot. Mis ojos arden y esa es la señal para intervenir.

Camino de manera apresurada hacia ellos tropezando con muchos estudiantes en el proceso, ignoro lo más posible el pito en mis oídos. Pero de pronto me detengo.

Esta sucediendo.

Mis palmas pican, me arden la punta de los dedos. Hago puños las manos nuevamente y trato de aislar la sensación.

Pero estoy al borde.

Miro a Eliot una vez más, su mirada se pierde en mi con confusión y, justo ahora, no parece estar siendo molestado. Nunca lo pareció en absoluto.

Y entonces lo noto, de repente, ya no hay gravedad que me sujete al suelo, siento mi cuerpo convertirse en humo y escapar por las rendijas del techo. Libertad. Eso es todo lo que siento, y, entonces, me dejo ir.

Oliver me miró y sujetó con más fuerza mis manos, no quería seguir escuchando, es decir, aquí vamos de nuevo con mentiras; sus malditas e interminables mentiras. Pero algo no encajaba, estaba temblando, el niño experto en mentiras estaba temblando. Traté de soltarme pero no me lo permitió.

Me miró con malicia en sus brillantes ojos y me dijo.

—La amaba.—El aire abandonó mis pulmones en fracciones de segundos. No podía moverme, no había nada a nuestro alrededor más que brillantes luces y aire fresco.—Pero eso no fue suficiente, ¿cierto? Por eso lo hiciste.

Soltó de golpe mis manos y continuó temblando, me miraba con odio crudo y puro en los ojos, su mandíbula se marcaba y, cuando avanzó hasta mi, lo supe, Oliver va a golpearme.

Traté desesperadamente de quitarme de su camino, no podía, tampoco podía defenderme. Estaba en sus manos. Sentí dolor, vi la sangre en sus manos. Había satisfacción en su rostro y yo solo podía llorar pensando en él.

Sus golpes eran cada vez más fuertes cuando comenzó a gritar segado por su ira.

—¡La amaba!—gritó y atinó otro golpe en mi abdomen.—¡Yo la amaba y tú la mataste! —continuó hasta que cayó de rodillas, cubrió su rostro con sus manos ensangrentadas y sollozó hasta adormecer mis oídos. Cuando se detuvo esperé pacientemente, en el suelo cubierto de la sangre que emanaba de mi cuerpo, su siguiente movimiento, pero solo me miró con asco y me dijo: —Por eso tengo que matarte.

La oscuridad se disipó de mis ojos parcialmente. Sabía lo que tengo que hacer.

Respiré hondo y traté de hallarme entre el bullicio y el dolor, por que ahí es a donde debo volver.

Volver.

Sentir.

Contuve el aliento y me hundí en la sensación, dejé que se calara en mis huesos antes de permitirme estar mejor. Y volví.

¿Había notado antes que el techo del instituto es de color plateado?

Creo que no.

Mi cabeza dolía, dolía mucho. Así que me concentré en el calor del cuerpo que me acogía.

Eliot.

—Tranquila.-—Susurró tomando mi mano.

Busqué su mirada descompuesta.

—¿Lo viste?—Pregunté.

Su mirada dulce me estremeció. Eso que vi no fue nada dulce.

—Lo vi.

Levanté mi vista a los pasos desesperados que llegaban, Oliver se veía horrorizado, emanaba preocupación y angustia. Se arrodilló a mi altura y colocó un pequeño frasco de alcohol en mis manos. Su tacto quemó mi piel hasta que la conexión acabo, mi corazón desbocado quiso atacarlo, todavía podía ver su rostro golpeándome al pestañear.

—Lo tomé de la enfermería. Espero que esto ayude.— Desvió su mirada sonrojada a Eliot, su tímida sonrisa me tomó por sorpresa. En realidad, toda su atención lo hizo. Controlé el vértigo y pensé; no es real. Todavía.

Sostuve el pequeño envase en mis manos y fruncí el ceño.

—Gracias.— dije.

Traté de mantener la calma, pero esta se esfumó de mi cuerpo cuando me descubrí observando las manchas de pintura de sus manos. Sentí mis ojos enrojecerse y un pequeño jadeo brotó de mis labios.

Él me observaba curioso y con angustia, como si quiera ayudarme, pero sin saber qué hacer.

Y eso era exactamente lo mismo que yo estaba pensando.

¿Cómo te ayudo, Oliver? ¿Cómo evito que lo hagas?

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Lo que necesitas leer para seguir este minicuento:
No Eres la Chica de mi Sueños - Minicuento Parte III
El País de los Corazones Rotos - Minicuento Parte II
Cuando la Chica Caliente Regresa - Minicuento
En Algún Lugar - Minicuento


Pierwotnie opublikowano na Un Boulevard de Sueños. Blog na Hive napędzany przez dBlog.



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