Las muecas de calma
le disfrazaban.

Ella supo
que el ademán de tibieza
encubriría sus sentires
con dubitativas suspicacias.

Quienes cazaban saber
qué rasgos llevaba puestos
en la inteligible faz,
jamás acertaron.

Serena seña en sus ojos
y entre líneas leyeron
paz en sus labios.

Eran sus manos cruzadas
señales de tibio fuego,
fue el leve fruncido
singular antifaz.

Aquellos iris en fuga aún acechan
al que propone juzgado de su rostro
y a quien persigue descubrir
la máscara que encubre
los extraños sentires
que padece La Mona Ilusa.

Ficción es cada sospecha,
falaz nuestras incertidumbres;
nadie sabe qué lleva encima la mujer
sobre la careta que Leonardo
cubrió con insólitos enigmas
para el observador.

La caperuza que lleva puesta
es magnífica, mas detrás
de la misteriosa ilusión
se pueden prospectar montañas,
árboles, un cielo, caminos y varios ríos.

Todo lo demás
es verdadera ficción.