Por sentirme a salvo,
padezco mi propio derroche
sobre la eterna luz que tiene
siempre la felicidad.
No he notado las ocasiones
cuando a diario está parada
allí de frente, vagabunda
y libre por doquier,
vestida de cotidianidad
en mi vida.

Hago caso omiso
a toda la alegría
que en mis días poseo
y doy por contado
la gracia de estar calmo.

Camina la felicidad
junto a nosotros
y no nos damos cuenta
de las huellas que deja
mientras vamos dando
cualquier paso.

Sucede igual con el resto
al que no le sumo el valor
de la permanencia.
Eso es mío
y de pronto
deja de serlo.

La tácita ausencia
se vuelve violenta
cuando el tiempo
paraliza a mi angustia,
ahora es rotunda
la escases de mi sonrisa
de la que no comprendía
su confortable estancia.

Río y me doy cuenta...
La felicidad está allí
siempre lo estuvo,
pero le echo la culpa a su ausencia
solo cuando me abandona alguna
de mis invidentes virtudes.

Dejó de coincidir el universo
y ya no es compatible
lo que olvidé que tengo
y su itinerante extravío.

Contemplo mis propios restos funestos
en los méritos de lo que considero "común".
La ansiedad me asfixia y es irrebatible
que estoy al borde de perder
alguna de mis rutinas.

Eso ya no me pertenece
y el vacío que deja
es una cicatriz
que me recuerda
donde debo guardar
lo que doy por sentado
cuando aún estoy erguido.

¡Ahora veo el rostro de la felicidad alejarse!
Es su silencio incumplido reclamándome
el que carga crueles bullicios
en mi alborotada mente
que grita gracias tardías
por la visita que,
jamás antes, cultivé
con grata bienvenida.

Estoy empecinado en una
felicidad ficticia surrealista
inventada por la sociedad,
no hace falta el oro
cuando hay mineral en la empatía,
necesario no es el petróleo
si existe el combustible de la reciprocidad,
y claro que es vital el agua,
como también lo es
saber ver
la felicidad
que nos rodea.

To feel safe,
I suffer my own waste
on the eternal light that has
happiness always has.
I have not noticed the occasions
when daily she stands
there in front of me, wandering
and free everywhere,
dressed in the habit
in my life.

I ignore
to all the joy
that in my days I possess
and I take for granted
the grace of being calm.

Happiness walks
along with us
and we do not realize
of the footprints it leaves
as we take
any step.

It is the same with the rest
to which I do not add the value
of permanence.
That is mine
and suddenly
no longer belongs to me.

The unspoken absence
becomes violent
when time
paralyzes my anguish,
now it is resounding
the scarcity of my smile
of which I did not understand
its comfortable stay.

I laugh and I realize...
Happiness is there
it always was,
but I blame its absence
only when it abandons me
of my blind virtues.

The universe stopped coinciding
and it is no longer compatible
what I forgot I have
and its itinerant wandering.

I contemplate my own dismal remains
in the merits of what I consider "common".
Anxiety suffocates me and it is irrefutable
that I am on the verge of losing
some of my routines.

That no longer belongs to me
and the emptiness it leaves
is a scar
that reminds me
where I should keep
what I take for granted
when I am still upright.

Now I see the face of happiness receding!
It is its unfulfilled silence claiming me
that loads cruel bustles
in my riotous mind
that shouts belated thanks
for the visit that,
never before, I cultivated
with pleasant welcome.

I'm stubborn in a
surrealistic fictitious happiness
invented by society,
there's no need for gold
when there is ore in empathy,
oil is not necessary
if there is the fuel of reciprocity,
and of course water is vital,
as it is also vital
to know how to see
the happiness
that surrounds us.

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