He estado rodeado por sombras de gentes..., no hablo de personas, sino de vestigios oscuros, de manchas de egos, de siluetas desfiguradas de su lado humano.

Cada uno simuló -y aún finge- ser un singular alguien, un don mengano, aparentemente un hombre, o una mujer, pero nada de eso es cierto, solo son los bordes de ambulantes penumbras.

Sombras que no se extinguen. Aquellas faces borrosas dejan vigentes sus presencias como una duda que no te deja confiar en un tercero, porque te has cuidado tanto de la oscuridad que cuestionas a los verdaderos seres de luz.

Los verdugos son los enmascarados de ayuda, ¿los reconoces? Yo creía que sí, pero allí -en todas partes- están.

Aquellos que aparentan tener almas se te acercan de la nada, sin dirección de buenaventura, han venido a consumirte la buena energía, la hurtan ganando tu atención, desviando la cercanía, desvirtuando el siguiente olvido.

Son buenos -por supuesto- jactándose de necesitarte en lo perenne, mas es fugaz su aprovechada compañía, quieren solamente ascender por medio de ti, sin ti y -luego- muy lejos de ti, hacia un paso en la cadena alimenticia de sus logros.

Me usaron. Soy, he sido, me volví, un burrito de carga cada vez que un intruso supo derribar la muralla anti sombras, cuando se coló la umbría entre mis debilidades, al instante en que permití que una figura literalmente azabache reflejara una bondad sospechosa -y pesada- con su espectro de gentileza.

Fui usado. Y le creí a la voz que me robaba sin ninguna inicial violencia, solo apuntándome debajo de la manga con persuasión, solo haciéndome la cama que yo mismo tendí para mi reposo, por crédulo de que Dios paga siempre al tercero en su cadena de favores, pero -a veces- el diablo tiene eslabones que no sufren debilidad -ni flaquean- cuando a propósito se rompen para ver caer a los demás.

Y no vengué, quise y no pude, resulta que no soy igual.

El daño lo siento al no saber si disimular mi calma es mejor. No sé si estar inerte a la revancha es medicina. Me duele ser ignorante sobre el karma de aquella moneda que se gira para los que les da lo mismo las caras o sellos. Lo cierto es que -rodeado de tantas sombras- me siento inseguro, y no de mí mismo, sino de la próxima sincera compañía.

No soy una sombra, estoy seguro de ello, pero estoy demorado debajo de una, donde -herido por un intento fallido de luminiscencia- analizo y sospecho de cada intento de luz que se me aproxima. Oro por que sea genuina la próxima la claridad.

Penumbras Ambulantes Edges

I have been surrounded by shadows of people..., I am not speaking of people, but of dark vestiges, of stains of egos, of disfigured silhouettes of their human side.

Each one pretended -and still pretends- to be a singular someone, a don mengano, apparently a man, or a woman, but none of that is true, they are only the edges of ambulant penumbras.

Shadows that do not extinguish. Those blurred faces leave their presence in force as a doubt that does not let you trust a third party, because you have been so careful of the darkness that you question the true beings of light.

The executioners are the masked helpers, do you recognize them? I thought I did, but there - everywhere - they are.

Those who appear to have souls approach you out of the blue, with no direction of good fortune, have come to consume your good energy, steal it by gaining your attention, diverting the closeness, misdirecting the next oblivion.

They are good -of course- boasting of needing you in the perennial, but their profited company is fleeting, they want only to ascend through you, without you and -then- far away from you, towards a step in the food chain of their achievements.

They used me. I am, have been, became, a pack donkey every time an intruder managed to break down the anti-shadow wall, when shadiness crept in among my weaknesses, the instant I allowed a literally jet-black figure to reflect a suspicious - and heavy - kindness with its specter of gentleness.

I was used. And I believed the voice that robbed me without any initial violence, just pointing under my sleeve with persuasion, just making the bed I made for myself for my repose, for gullible that God always pays the third in his chain of favors, but - sometimes - the devil has links that suffer no weakness - nor falter - when they purposely break to see others fall.

And I did not avenge, I wanted to and I could not, it turns out that I am not the same.

The damage is felt by not knowing whether to dissimulate my calm is better. I don't know if being inert to revenge is medicine. It hurts me to be ignorant about the karma of that coin that is spun for those who don't care about the faces or stamps. The truth is that - surrounded by so many shadows - I feel insecure, and not of myself, but of the next sincere company.

I am not a shadow, I am sure of that, but I am lingering under one, where - wounded by a failed attempt at luminescence - I analyze and suspect every attempt at light that approaches me. I pray that the next clarity will be genuine.