[ENG-SPN] The special moment of the day / El momento especial del día

From an eminently subjective point of view, we could come to consider that, within that inner metaphysics, which, like a second skin, adheres to those flashes of subtle intensity that feed the spirit, are the no less metaphorical substitutes for glory ephemeral, which, after all, are moments. Following this line of reasoning, it might not be such a bad idea to try to dedicate a part of our daily accounting, thinking about the most pleasant moment, or at least, the most encouraging, that we have had within that imaginary personal theater function, which begins in the moment in which we get up and ends in that other moment - no less charismatic, although, at times, it can be terrible - in which we return to bed and our consciousness moves away, momentarily, from us, to wander at ease through the dark universe of dreams.

That glorious moment, the one that feeds the bonfire of our fantasy, driving away, opportunely, the demon of vanity, which, after all and to a greater or lesser extent, always accompanies us like a second skin -not in vain, both Machado and Ortega y Gasset already made reference to the subject, when they speculated about complementaries and circumstances- it could well be, in the wonderful contemplation of those unforgettable golden tints, which determine the agony of a sun at sunset, but, what , in turn, constitute the hopeful promise of a new dawn.

Desde un punto de vista, eminentemente subjetivo, podríamos llegar a considerar, que, dentro de esa metafísica interior, que, como una segunda piel, se adhiere a esos destellos de sutil intensidad que alimentan el espíritu, están los no menos metafóricos sucedáneos de gloria efímera, que, después de todo, son los momentos. Siguiendo este hilo de razonamiento, quizás no sea tan mala idea intentar dedicar una parte de nuestra contabilidad diaria, pensando en el momento más agradable, o cuando menos, más alentador, que hemos tenido dentro de esa imaginaria función de teatro personal, que comienza en el momento en el que nos levantamos y termina en ese otro momento -no menos carismático, aunque, en ocasiones, pueda resultar terrible- en el que retornamos al lecho y nuestra consciencia se aleja, momentáneamente, de nosotros, para vagar a sus anchas por el oscuro universo de los sueños.

Ese momento glorioso, el que alimenta la hoguera de nuestra fantasía, alejando, oportunamente, al demonio de la vanidad, que, al fin y al cabo y en mayor o en menor medida, siempre nos acompaña como una segunda piel -no en vano, tanto Machado, como Ortega y Gasset, ya hacían referencia al tema, cuando especulaban acerca de complementarios y circunstancias- bien podría estar, en la maravillosa contemplación de esos inolvidables tintes dorados, que determinan la agonía de un sol en el ocaso, pero, que, a su vez, constituyen la esperanzadora promesa de un nuevo amanecer.

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