Eugenio Montejo y la formación primigenia en la poesía

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Apreciados lectores, luchando contra las fallas de electricidad y de conexión a internet de esta Venezuela que nos ha tocado en estos tiempos difíciles, logro publicar este post que debió salir anteayer.



Uno de los más importantes poetas venezolanos y de habla hispana contemporáneos, Eugenio Montejo, a quien he dicado varios posts en esta plataforma (ver 1, 2 y 3), nació el 19 de octubre de 1938. Ganador del Premio Internacional de Poesía Octavio Paz, Montejo no solo se destacó en la escritura poemática, como me gusta decir; también en la producción ensayística, donde nos entregó textos de una tesitura poética indiscutible. Así ocurre con el que quiero presentarles, en el que trata uno de los más vitales motivos relacionados con su vida y obra: ¿cómo llegó a ser poeta?


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El poeta Eugenio Montejo - Fuente


El ensayo al que me refiero lo tituló “El taller blanco”, incluido originalmente en un libro con el mismo título publicado en 1983, que reúne otros ensayos. Lo que haré a continuación será reproducir unos fragmentos del ensayo referido y comentarlos brevemente. Espero que se comprenda de ese modo la prístina significación del ensayo, pero, sobre todo, se aprecie la perspicacia intelectual y poética de nuestro Eugenio Montejo.

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Quienes en nuestros días se sienten atraídos por el aprendizaje de la escritura poética, (…) , pueden al fin y al cabo encaminar su vocación a través de un taller de poesía.

Alimento el prejuicio, algo romántico, es verdad, de que la poesía como todo arte es una pasión solitaria. (…) Sólo en la soledad alcanzamos a vislumbrar la parte de nosotros que es intransferible, y acaso ésta sea la única que paradójicamente merece comunicarse a los otros.

La palabra taller tiene, según el Diccionario de la Real Academia, dos acepciones (…). La primera se refiere al lugar en que se trabaja una obra de manos. La segunda habla de la escuela o seminario de ciencias donde concurren muchos a la común enseñanza. El taller de poesía tiene de una y de otra. (…) Hay obra de mano como también participación en el común aprendizaje.

Precisa Montejo aquí varios aspectos: primero, la tendencia muy actual desde los años 70 del siglo XX a los llamados talleres literarios, particularmente de poesía, los que son, en sí mismos, experiencias grupales; y así, en contraste, se afianza en su concepción de la poesía como hecho solitario. Los que hemos sido participantes en talleres sabemos que su impulso está en ese carácter colectivo, que todo buen asesor de taller debe evitar que se convierta en patrón y óbice.


Panaderos (grabado medieval).png
Panaderos (grabado medieval) - Fuente


En cuanto a mí, he dicho que no asistí a ningún lugar donde ganarme la experiencia del oficio. (…) Quiero rectificar ahora este vano aserto pues no había reparado en que, siendo niño, muy niño, asistí intensamente a uno. Estuve mucho tiempo en el taller blanco.

Era éste un taller de verdad, como es verdad el pan nuestro de cada día. Mi padre había aprendido de muchacho el oficio de panadero. (…) y llegó a ser con los años maestro de cuadra, hasta poseer más tarde su propia panadería, el taller que cobijó buena parte de mi infancia. No sé cómo pude antes olvidar lo que debo para mi arte y para mi vida a aquella cuadra, a aquellos hombres que, noche a noche, ritualmente, se congregaban ante los largos mesones a hacer el pan.

Repara Montejo en que sí tuvo una experiencia de “taller”, solo que, como leemos, es una completamente peculiar: la panadería de su padre. Y, a partir de allí, desarrolla su poética visión de su “educación sentimental” en la poesía.


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Fuente


La harina es la sustancia esencial que en mi memoria resguarda aquellos años. Su blancura lo contagiaba todo: las pestañas, las manos, el pelo, pero también las cosas, los gestos, las palabras.

Hablo de un aprendizaje poético real, de técnicas que aún empleo en mis noches de trabajo, pues no deseo metaforizar adrede un simple recuerdo. Esto mismo que digo, mis noches, vienen de allí.

Es nada menos que el pan lo que silenciosamente se fabrica, el pan que reclamarán al alba para llevarlo a los hospitales, los colegios, los cuarteles, las casas. ¿Qué labor comparte tanta responsabilidad? ¿No es la misma preocupación de la poesía?

El poeta recrea el recuerdo inveterado de la infancia que alimenta su impulso y actitud ante la poesía: esa blancura y ductilidad de la harina, metáfora polisémica que se junta a la significación del trabajo callado y esmerado del jornalero para darle forma al pan, que es el poema en Montejo.


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Fuente


¿Debo buscar lo sagrado más lejos en mi vida, pintar la humana pureza con otro rostro? Cristo podía convertir las piedras en panes, por eso estuvo más cerca de la carpintería, ese hermoso taller de distinto color. Para esos hombres, que no me hablaron nunca de religión, acaso porque eran demasiado religiosos, Cristo estaba en la humildad de la harina y en la rojez del fuego que a medianoche comenzaba a arder.

Del taller blanco me traje el sentido de devoción a la existencia que tantas veces comprobé en esos maestros de la nocturnidad. La atención responsable a la hechura de las cosas, la fraternidad que contagiaba un destino común, en fin, la búsqueda de una sabiduría cordial (…)

¿Puede una palabra llegar a la página con mayor cuidado, con más íntima atención que la puesta por ellos en sus productos? (…) Al taller blanco debo estas y muchas otras enseñanzas de que me valgo cuando encaro la escritura de un texto.

El pan y las palabras se juntan en mi imaginación sacralizada por una misma persistencia. De noche, al acordarme ante la página, percibo en mi lámpara un halo de aquella antigua blancura que jamás me abandona.

Rescata y propone el sentido sagrado y solidario de la poesía, realizado en la pulcritud anima su palabra y en el acompañamiento a los hombres que esta debe asumir, con una imagen de una hermosísima belleza de comunión entre pan y palabra.

Referencia:

Montejo, Eugenio (1983). El taller blanco. Caracas: Fundarte.

Si estás interesado, en este enlace puedes acceder al ensayo completo de Eugenio Montejo.

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Gracias por su lectura.


Gif diseñado por @equipodelta



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Pan y palabra, me recuerda a Federico García Lorca con su medio pan y un libro; maravillo post este, como siempre con ese carácter instructivo que lo hace doblemente bueno.

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