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Éste es el párrafo para continuar la historia que nos presenta @freewritehouse, esta semana:
Se despertó muy confundido por el alboroto. Estaba seguro de que aún no empezaba su turno de vigilancia. Un vistazo rápido hacia la escalera, le aseguró que el faro estaba bien custodiado. Pensó que quizá se trató de un mal sueño y subió la manta hasta la cara para dormir de nuevo; pero la pelea que ocurría en la punta del faro era innegable. Echó mano del rifle que ocultaba bajo su catre y subió sigilosamente, resuelto a poner fin a esa disputa que llevaba días interrumpiendo su descanso…
Continúa la historia:
El Zurdo abandonó la caseta de de vigilancia. Apenas tenía dos semanas en el trabajo, le faltaban otras dos para ir a casa a compartir con Eloísa y el pequeñajo. Tampoco a ella le había gustado la distancia, pero... ¡estuvo de acuerdo!
Mientras subía las escaleras, recordó sus palabras:
-Agarrando aunque sea fallo- le había comentado Eloísa, con un suspiro profundo. - Te extrañaré. Pero al menos compartiremos varios días cuando vengas.- Y lo abrazó invitándolo al sexo.
Amortiguado por el bramido de las olas al chocar contra las rocas de la playa, le llegó el crispante sonido de vidrios que se rompen.
Se detuvo unos momentos, observó la caseta de vigilancia. No había movimiento alguno. Seguramente estaban todos sus compañeros arriba. A la molestia, se había unido ahora la preocupación. Brando y José eran fanáticos insoportables del futbol, lamentablemente para él y Rudolph, el otro guardia, eran fans de equipos opuestos para los cuartos de final. De ahí, los enfrentamientos verbales cada tres por dos. De allí las trifulcas que noche a noche lo venían despertando. Pero los cristales rotos...
Apuró el paso... La luz del faro seguía iluminando la noche. El silencio era lo que se escuchaba ahora.
Brando casi lo tumbó en su frenética bajada. Ahora se preocupó más. Trató de agarrarlo de un brazo, pero Efrén se zafó con violencia y continuó su carrera hacia abajo. Joaquín, El Zurdo, le dio el alto y disparó al aire. Efrén vaciló unos segundos y luego reemprendió la carrera.
Literalmente, El Zurdo saltó escaleras arriba. Muy cerca del mirador, el cuerpo de Rudolph estaba entre dos escalones, medio acuclillado. Se agachó y siguió subiendo expectante. En la entrada del mirador, José estaba sentado y con la cabeza entre ambas manos. Le dio el alto.
Horas después, llegó la policía, se llevaron a José y dieron el alerta para la captura de Brando. Rudolph, había recibido el impacto de una botella en plena cabeza, su mayor peligro había sido irse escaleras abajo, pero al aferrarse a ellas le había salvado la vida.
Y pensar que todo había sido una trifulca entre fanáticos borrachos, que Rudolph había pretendido controlar.
Ese mismo día, Joaquín El Zurdo, puso su renuncia. Algún otro trabajo llegaría.
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