Hispaliterario 11 / La hoguera de Dios. (Español/Ingles)

_{Esta es una historia de ficción, basada en hechos reales.}

Había sobrevivido al tormento de la noche anterior, la culpa le comía la cabeza, aún no perpetraba el acto infame, pero en el fondo sabía que lo haría antes de que cayera la tarde, así que el remordimiento se anticipaba en él y le dolía en el cuerpo como si un látigo hubiese arrancado sus carnes. Lo trajeron de algún lugar de África hasta la isla del Nuevo Mundo en un barco negrero, de eso ya habían pasado algunos meses y aquel esclavo negro se estaba adaptando muy bien al régimen de su nueva morada. En poco tiempo consiguió algunos privilegios traicionando a sus compañeros y era uno de los preferidos de Fray Ramón Pané, que era el encargado de introducir a los esclavos en el cristianismo, por los medios que fueran.

Sentía cierta admiración por Pané, lo creía un hombre brillante y malicioso. Ocultaba de todos algunas perversiones, que él conocía por ser sigiloso, también por haber participado una o dos veces para satisfacer al Fraile. Fuera de eso, lo consideraba un hombre justo, pues enseñaba con bondad y castigaba severamente a los descarriados. Su trabajo era simple, Pané lo había librado del trabajo forzado a cambio de espiar a sus compañeros y delatar a todo aquel sacrílego que se atreviera a cometer actos de herejía o paganismo a sus espaldas.

Tarea fácil para él, era veloz, fuerte y silencioso, se movía como una sobra entre los caminos y los campos de trabajo, se arrastraba por las minas y en las noches cuando los esclavos se reunían para descansar unas pocas horas, él les observaba de lejos y memorizaba cualquier cosa que le ayudara a complacer al insaciable Fraile. Entonces cada día cumplía con su labor disciplinadamente. Hace unas semanas Pané le había confiado la incorporación de una nueva herramienta de escarmiento, una hoguera, un quemadero de carne humana, estaba emocionado, le exigió eficacia y le dejo marchar. Estaba desesperado, vio en los ojos del Fraile la sed de muerte y venganza, sabía que si no encontraba pronto algún desobediente con quien Pané pudiese estrenar su nuevo juguete, él sería el primero en arder, así que el trabajo se puso pesado.

Pocos Tainos quedaban en la isla, habían sido condenados a trabajar hasta morir y la prosperidad de ese pequeño paraíso comenzaba a agotarse a falta de mano de obra, las importaciones de negros no había compensado la caída económica provocada por la masacre de los nativos. El esclavo del fraile se sentía más a gusto cuando delataba a los indios, no era por rencor, solo sentía que era un acto ajeno, a diferencia de cuando tenía que entregar a uno de los suyos. Uno de esos días había hallado a seis tainos escondidos en la selva, estaban enterrando unas imágenes religiosas que el Fraile les había entregado para que les ofrecieran su adoración, identifico a los hombres y se dispuso a marcharse, pero uno de los seis lo vio, no dijo nada, solo clavó los ojos en los suyos con una poderosa carga de temor y odio, él también lo miro fijamente, se sintió poderoso, podía escoger inescrupulosamente quien vivía y moría ante él, se parecía un poco a los nuevos dioses, echó a correr y se perdió entre los árboles.

Algunos esclavos conocían sus escondites, así que aquella noche el hombre que lo había visto en la selva dio con él. No compartían la misma lengua, pero el hombre intentaba explicarle mientras que él se negaba a entender. Aquello que el taino le decía no podía ser cierto, porque entonces no tendría nada que entregarle a Pané al día siguiente. Fingió comprensión, necesitaba que el hombre confiara en él y se marchara tranquilo. Logro hacerle marchar convencido de que ya no los entregaría, a ninguno de los seis, que había sido un malentendido. No pudo dormir, un conflicto moral le robaba el sueño, antes no sabía lo que era la moral, lo bueno y lo malo no existían, solo lo correcto, el Nuevo Mundo y sus gobernantes le habían enseñado a perderse en falsos valores y que entre lo bueno y lo malos, lo mejor era escoger lo conveniente.

Había sobrevivido al tormento de la noche anterior, la culpa le comía la cabeza, aun no perpetraba el acto infame, pero en el fondo sabía que lo haría antes de que cayera la tarde. Se dirigió a la choza del Fraile y le conto lo que había visto en la selva. Con otros lacayos de Pané se dirigieron al lugar donde efectivamente estaban enterradas las imágenes. El trabajo estaba hecho, encontró en la mirada del Fraile aquella aprobación que tanto esperaba, su cuerpo grande y sudoroso temblaba de excitación mientras a los seis tainos los capturaban como animales y los preparaban para hacerlos arder.

Esa noche estaban todos allí para presenciar la quema humana, era duro, pero sin duda la mejor forma de hacer reflexionar a los otros esclavos. Mientras los cuerpos ardían y el humo se levantaba en el aire, recordó al hombre que había acudido a su escondite, nunca le contaría a nadie lo que habían hablado aquella noche, la razón por la que los seis nativo habían enterrado las imágenes era porque esperaban que sus nuevos dioses bendijeran la tierra y la hicieran más fértil y productiva, enterraron las imágenes mientras rezaban el padrenuestro, como muestra de adoración y suplica. Miro de lejos al Fraile, este le estaba mirado también, una sonrisa agria y sínica se dibujó entre sus labios, entonces entendió que el fraile también lo sabía y que sus privilegios tenían un costo, aquella noche en la hoguera hambrienta, no solo ardían las carnes de sus compañeros, también expiraba la dignidad y todo aquello que hace humana a la humanidad.

_{Contenido original del autor.
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Hispaliterario 11 / The Bonfire of God (Spanish/English)

_{This is a fictional story, based on true events.}

He had survived the torment of the night before, guilt ate at his mind, he had not yet perpetrated the infamous act, but deep down he knew he would before evening fell, so remorse anticipated in him and ached in his body as if a whip had torn at his flesh. He was brought from somewhere in Africa to the island of the New World in a slave ship, some months had already passed and that black slave was adapting very well to the regime of his new abode. In a short time he obtained some privileges by betraying his companions and was one of the favorites of Fray Ramón Pané, who was in charge of introducing the slaves to Christianity, by whatever means he could.

I felt a certain admiration for Pané, I believed him to be a brilliant and malicious man. He hid from everyone some perversions, which he knew because he was stealthy, also because he had participated once or twice to satisfy the Friar. Fuera de eso, lo consideraba un hombre justo, pues enseñaba con bondad y castigaba severamente a los descarriados. His job was simple, Pané had freed him from forced labor in exchange for spying on his companions and denouncing any sacrilegious person who dared to commit acts of heresy or paganism behind his back.

Easy task for him, he was swift, strong and silent, he moved like a leftover between the roads and the labor camps, he crept through the mines and in the evenings when the slaves gathered to rest for a few hours, he would watch them from afar and memorize anything that would help him please the insatiable Friar. Then each day he went about his work in a disciplined manner. A few weeks ago Pané had entrusted him with the incorporation of a new tool of chastisement, a bonfire, a burning of human flesh, he was excited, demanded efficiency and let him go. He was desperate, he saw in the Friar's eyes the thirst for death and revenge, he knew that if he did not find soon some disobedient with whom Pané could debut his new toy, he would be the first to burn, so the work became heavy.

Few Tainos were left on the island, they had been condemned to work themselves to death and the prosperity of that little paradise was beginning to dry up for lack of labor, the imports of blacks had not compensated for the economic decline caused by the massacre of the natives. The friar's slave felt more at ease when he betrayed the Indians, it was not out of spite, he only felt that it was a foreign act, unlike when he had to hand over one of his own. One of those days he had found six Tainos hiding in the jungle, they were burying some religious images that the Friar had given them to offer their worship, he identified the men and prepared to leave, but one of the six saw him, he did not say anything, He only fixed his eyes on theirs with a powerful charge of fear and hatred, he also stared at him, he felt powerful, he could choose unscrupulously who lived and died before him, he looked a little like the new gods, he ran and got lost among the trees.

Some slaves knew his hiding places, so that night the man who had seen him in the jungle found him. They did not share the same language, but the man tried to explain to him while he refused to understand. What the Taino was telling him could not be true, because then he would have nothing to give to Pané the next day. He pretended to understand, he needed the man to trust him and leave calmly. He managed to make him leave convinced that he would no longer hand them over, none of the six, that it had been a misunderstanding. He could not sleep, a moral conflict robbed him of sleep, before he did not know what morality was, good and bad did not exist, only what was right, the New World and its rulers had taught him to get lost in false values and that between good and bad, it was best to choose what was convenient.

He had survived the torment of the previous night, the guilt was eating his head, he had not yet perpetrated the infamous act, but deep down he knew that he would do it before nightfall. He went to the Friar's hut and told him what he had seen in the jungle. With other Pané's lackeys they went to the place where the images were indeed buried. The work was done, he found in the Friar's gaze the approval he had been waiting for so long, his large and sweaty body trembled with excitement while the six Tainos were captured like animals and prepared to be burned.

That night they were all there to witness the human burning, it was hard, but certainly the best way to make the other slaves think. As the bodies burned and the smoke rose in the air, he remembered the man who had come to his hiding place, he would never tell anyone what they had talked about that night, the reason the six natives had buried the images was because they hoped that their new gods would bless the land and make it more fertile and productive, they buried the images while praying the Lord's Prayer, as a sign of adoration and supplication. He looked at the Friar from afar, he was looking at him too, a sour and syonic smile was drawn between his lips, then he understood that the friar also knew it and that his privileges had a cost, that night in the hungry bonfire, not only burned the flesh of his companions, also expired the dignity and everything that makes humanity human.

_{Original content by the author.
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