Cómo sacudirse la mala racha

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Resulta que me gusta la carne seca, pero no tan seca como el verano y si me la preparan jugosa que no venga como los carnavales de antaño en mi barrio donde, a la vuelta de la esquina, te sorprendía el compinche de juegos con un bombazo en la frente que te mojaba todo hacia abajo y te dejaba el malestar hacia arriba. No, la carne en el llano, llano, llano, al menos donde vive mi papá se come con un pedazo de arepa de maíz pilado; poque eso si tiene mi papá, que no es agarrado del codo para darse el gusto cuando quiere carne; no como muchos dueños de hatos que venden y venden y son incapaces de quitarle el cuero a una orejana para compartirla con la familia.

     A nosotros nos dirán pobres, pero no que no comemos carne asada, freída, al horno o a la antigua cuando en mi casa del campo no había llegado la electricidad y se tenía que salar la carne en abundancia para que no se dañara; recuerdo que mamá tendía los bistés en una cuerda de alambre para que el sol los secara y así se evitaba que las moscas metieran su cochinada donde no las llamaban o sino, se colocaba en una cuerda por encima del fogón para que el humo secara y sazonara. Pero y ¿cómo se le quita lo salado? Fácil, se prepara agua de salmuera y ahí se mete la carne que se va a comer y ya, la sal le quita el exceso de sal.

     Pero no invente usted el mismo procedimiento, es decir, si es de esos muchos que está salado porque su mujer lo dejó debido a que no pudo comprarle más carne; si sus hijos se fueron del país; si quedó sin trabajo; si no tiene para vivir con dignidad por aquello de que la buena vida es cara y la más barata ya no es vida; le repito, no invente meterse un baño de salmuera porque cuidado y termina abriéndose una herida peor, zanjada, y aunque eso puede llevarlo al final de sus días, no garantiza que su mala suerte o lo salado lo abandone; que no impida que lo dejen en el limbo, perdido en el infinito inmemorial del universo porque recuerde que el alma de los pobres, según la palabra, será bienaventurada por pobre, pero no por atentar contra su propia existencia.

     Es mejor buscar otra forma de quitarse la mala racha porque; fíjese, sin meterle mucho seso, nomás rebobinando el hilo del pasado hasta hace 23 años, usted comía carne, al menos con frecuencia; los hijos no estaban preocupados por irse del país, estaban metidos en la universidad, algunos melenudos, lanzando piedras contra la democracia, pero todos estaban relativamente tranquilos y comiendo en el mismo plato de la abundancia capitalista; agréguele que tenía trabajo y mal que bien solventaba y hasta le quedada bolívares para sacar a pasear a su mujer y mantenerla contenta (claro que si usted no hacía esto y ella lo dejaba, ya la culpa no era del gobierno, sino suya); antes, pues, la mala suerte muchos se la curaban con alguna bruja y la medicina no pasaba de un par de baños con cariaquito “morao”, de dejarse fumar el tabaco o de cualquiera de esas fórmulas “mágicas” que a muchos les devolvió la buena vibra.

     Pero resulta que eso se acabó, no los brujos ni la santería y con este gobierno, menos; pero es claro que ya nadie, al menos que no sea algún dirigente político de los actuales, acude a espantarse la miseria con magia negra. Aquí todos sabemos que nuestra mala racha, esa que nos impide comer carne con frecuencia; que ha provocada la diáspora más grande de la historia de Venezuela; que ha despilfarrado la fortuna más grande del país; que ha destruido los medios de producción y que ha causado todos los males actuales del país, tiene nombre y apellido: socialismo del siglo XXI.

     Y esa mala racha sabemos cómo espantarla porque lo salado que cargamos encima es producto de una imposición y todo lo que alguien nos impone se cae si nos sacudimos y yo sé, que al igual que la mayoría de los venezolanos que desean sacudirse la peste, usted quiere volver a comer carne y pescado y pollo y todas las maravillas que antes se compraba y se disfrutaba; yo sé que usted, en el fondo de su corazón, desea volver al pasado abundante, sin colas, ni bolsas de nada, con luz y con la familia que es lo más bonito después de Dios. Sacúdase la mala racha, hágala la cruz a este gobierno y comprobará que sus problemas tienen solución.



Texto y fotografía de @jesuspsoto



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Un texto muy reflexivo y con su buena dosis de humor. Esto hace pensar mucho no solo en la situación de Venezuela sino en varios países en donde se empieza a enquistar este terrible mal, tan dañino, como un cancer e igual de lastimero en el tiempo.

Hay un dicho que reza: "No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista". Un caso de eso es Argentina que se sacudió el cáncer después de mucho tiempo. Ojalá las cosas mejoren para ellos, para ustedes, para nosotros, para todos y como dices merecemos comer carne asada.

Excelente tarde.

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