Historias del Casino | Casino Stories [ESP/ENG]

Desde hace algunos días un nuevo tema de conversación se ha instalado en las aceras y esquinas del barrio. Todos los pequeños grupos hablan de lo mismo, de los cuentos que van llegando sobre el “Casino Ciudad Jardín”, instalado en el vecino “Hotel Pipo Internacional”.

Muy pocas cuadras separan el Casino de los barrios circundantes, acá en el Norte de Maracay. Así que al enterarse que era inminente la apertura del centro de apuestas, mucha gente del barrio envió sus solicitudes de trabajo y algunos de ellos resultaron favorecidos.

Un empleo allí es muy apetecido, porque aunque las jornadas de trabajo son extenuantes, sobre todo las del horario nocturno, 7 p.m. a 5 a.m., los sueldos superan por lo menos en cincuenta por ciento a los estándares de la zona, estamos hablando entre treinta y treinta y cinco dólares semanales, aparte de la posibilidad de comer las cosas que normalmente no se pueden.

El Casino ha impactado el paisaje de la zona, el volumen de vehículos de lujo se incrementó de forma exponencial; un área de estacionamiento que permanecía vacía y era utilizada por los muchachos como área de esparcimiento, ahora permanece ocupada todos los días desde las 12 p.m., hora en que inician sus actividades las diferentes salas de juego.

Uno de los datos que sorprenden es el nivel de las apuestas que se llevan a cabo. En cualquier partida de cartas los montos pueden ascender a 20, 30, 40 mil dólares o más. No tengo la menor idea de cuanto pueda ser eso de significativo en relación a cualquier otro casino de otro país, pero esa cantidad de dólares en Venezuela es una cifra completamente inimaginable para la mayoría de nosotros. Sobre todo porque la gente de mi comunidad pertenece a ese gran grupo de venezolanos en pobreza multidimensional y pobreza extrema.

Según el último estudio publicado hace pocos días por la “Encuesta Nacional sobre Condiciones de Vida”, el que pueden descargar aquí para tener un amplio panorama de las condiciones de vida de la mayoría de los venezolanos, los niveles de pobreza abarcan al 94,5% de nuestra población, llegando la pobreza extrema a un pavoroso 76, 6%.

Los cuentos del Casino hablan de ese pequeño grupo de personas que corresponden a ese 5,5% de la población que por alguna razón está más allá de los férreos límites impuestos por la pobreza. Allí se mezclan nacionales y extranjeros. Son ellos los que pueden alimentar noche tras noche ese derroche de miles de dólares para satisfacer la vieja emoción del juego, en un país donde la desigualdad social no para de crecer.

Extravagante sería una palabra amable para describir el mundo que se mueve alrededor del casino. Me cuenta uno de los trabajadores que hay personas de algunas nacionalidades que han pedido espacios especiales para ellos, vedados al resto de los mortales, y que les permitan llevar sus propios chefs de cocina, los que conocen a la perfección los matices culinarios de sus zonas de origen. De ese modo pueden disfrutar mejor las exquisitas veladas nocturnas.

Ante la pregunta de cómo hacen para mantener la seguridad en una zona tan atractiva para la delincuencia, me responden que existe un pequeño ejército de funcionarios de civil armados, los que están bajo las órdenes de antiguos funcionarios del Estado, que disfrutan del beneficio del retiro o la jubilación. Esto se complementa con el numeroso grupo de escoltas que se mantienen atentos mientras degustan una infinidad de platillos preparados por personal dispuesto a su exclusiva atención.

Venezuela es un país de paradojas en el que no dejan de sorprender imágenes como esta, de un paraíso del derroche y la opulencia en medio de una población cercada por la miseria. Pensar que hace más de veinte años una de las grandes ofertas de la revolución bolivariana fue eliminar la desigualdad. Puro teatro…

Gracias por tu tiempo.

For some days now a new topic of conversation has been installed on the sidewalks and corners of the neighborhood. All the small groups talk about the same thing, about the stories that are coming in about the "Casino Ciudad Jardin", installed in the neighboring "Hotel Pipo Internacional".

Very few blocks separate the Casino from the surrounding neighborhoods, here in the North of Maracay. So, upon learning that the opening of the gambling center was imminent, many people from the neighborhood sent their job applications and some of them were favored.

A job there is very desirable, because although the working hours are exhausting, especially at night, 7 p.m. to 5 a.m., the salaries are at least fifty percent higher than the standards of the area, we are talking about between thirty and thirty-five dollars a week, apart from the possibility of eating the things that normally can not.

The Casino has impacted the landscape of the area, the volume of luxury vehicles increased exponentially; a parking area that used to be empty and was used by the boys as a recreation area, now remains occupied every day from 12 p.m., the time when the different gaming rooms start their activities.

One of the surprising facts is the level of bets that take place. In any card game the amounts can reach 20, 30, 40 thousand dollars or more. I have no idea how significant that might be in relation to any other casino in any other country, but that amount of dollars in Venezuela is a completely unimaginable figure for most of us. Especially because the people in my community belong to that large group of Venezuelans in multidimensional poverty and extreme poverty.

According to the latest study published a few days ago by the "National Survey on Living Conditions", which you can download here to have a broad overview of the living conditions of most Venezuelans, poverty levels cover 94.5% of our population, with extreme poverty reaching a dreadful 76, 6%.

The Casino's stories speak of that small group of people that correspond to that 5.5% of the population that for some reason is beyond the iron limits imposed by poverty. There, nationals and foreigners mix. They are the ones who can feed night after night that waste of thousands of dollars to satisfy the old emotion of gambling, in a country where social inequality does not stop growing.

Extravagant would be a kind word to describe the world that moves around the casino. One of the workers tells me that there are people of some nationalities who have asked for special spaces for them, forbidden to the rest of the mortals, and that they are allowed to bring their own chefs, those who know perfectly the culinary nuances of their areas of origin. That way they can better enjoy the exquisite evenings at night.

When asked how they manage to maintain security in an area so attractive to crime, I was told that there is a small army of armed civilian officers, who are under the orders of former state officials, who enjoy the benefit of retirement or retirement. This is complemented by the large group of escorts who stand at attention while tasting a myriad of dishes prepared by personnel ready to serve them exclusively.

Venezuela is a country of paradoxes, in which images like this one never cease to amaze, of a paradise of waste and opulence in the midst of a population surrounded by misery. To think that more than twenty years ago one of the great offers of the Bolivarian revolution was to eliminate inequality. Pure theater...

Thank you for your time.

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Hasta una próxima entrega. Gracias.

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