Adolescentes en busca de identidad | Adolescents in search of identity [ESP/ENG]

Mi madre solía decir: “muchacho chiquito, problema chiquito, muchacho grande, problema grande. Con ello quería indicar que cada etapa de la crianza tiene sus peculiaridades.

La adolescencia puede ser una etapa problemática para los hijos y para los padres. Los muchachos se están enfrentando a una serie de cambios que a veces les resultan desquiciantes. Al bombardeo hormonal, propio de la edad, se le suma una imperiosa necesidad de buscar independencia, la única vía por la que pueden explorar los caminos que los lleven a reafirmar su identidad como personas.

Para los padres el asunto también es novedoso. Se viene de una etapa donde la costumbre es tener mucho control sobre los hijos, se les acompaña a todas partes, se les protege, a veces en demasía, y muy poco se dejan por su cuenta. Así que encontrarse con unos muchachos que ya exigen privacidad, que se incomodan cuando los padres los acompañan y que quieren andar solos con sus amigos, es una experiencia que cuesta digerir.

Viví la experiencia de la adolescencia con tres varones y mi hija. Con los varones fue un poco más difícil porque no era accesible la telefonía celular. La comunicación siempre era un problema y en muchas oportunidades me generaba angustia no saber por dónde estaban.

La calle siempre tiene riesgos, algo inevitable y que no podemos controlar. Pero no por ello vamos a condenar a los muchachos al encierro. Tarde o temprano nos tocará entender que ellos tienen su propia vida y una de las cosas que tienen que aprender es a cuidarse por su cuenta.

Entre las tantas peripecias que viví con los muchachos recuerdo dos que fueron bastante fuertes.

A mi segundo hijo le gustó la música, a los doce años tocaba guitarra en bandas de Rock que formaba con compañeros de liceo. Algunas veces yo lo acompañaba a los sitios de ensayos y otras veces se iba solo. Casi siempre lo acompañaba mi otro hijo, que es casi de su misma edad (no es mi hijo biológico) y los dos se han llevado muy bien.

Una mañana de un sábado, recuerdo muy bien el día, estaba yo de lo más tranquilo en mi casa. De pronto vi un montón de policías, habían entrado por la casa de mi cuñada, en esa época nuestro patio era común. Me llamó la atención que preguntaron por mi hijo, el muchacho apenas tenía unos trece años. Les pregunté qué pasaba. Me informaron que el muchacho estaba denunciado por tener una guitarra robada. Aquello me resultó sorprendente, porque la única guitarra que tenía mi hijo era la que yo le había comprado.

Al conversar con mi hijo se aclaró la situación. Unos días antes había tocado en un concierto en un club de Maracay. Uno de sus amigos le había prestado una guitarra para que la probara. Esa tarde él tocó con ella. Resultó que la guitarra se la habían robado a un hijo de un coronel. En el ambiente del Rock Maracayero mi hijo era muy conocido y por eso fue fácil dar con él.

Al escuchar la explicación los policías entendieron, pero insistieron en que tenían que llevarse el muchacho a la jefatura porque había una denuncia formal. Le dije que no había problema, pero que yo me iba con el muchacho. Llamé un abogado y los policías aceptaron que me fuera en mi carro con mi hijo.

Entre tanto mi esposa se había comunicado con la mamá del muchacho que le había prestado la guitarra. La señora era abogado, entendió la situación y quedamos en vernos todos en la jefatura.

Por fortuna todo se resolvió favorablemente. La señora fue con su hijo a la jefatura, llevaron la guitarra en cuestión. El muchacho confirmó que la guitarra se la había comprado a otra persona, que le había pedido a mi hijo que la probara y que él no sabía nada de su procedencia. Llamaron al coronel, le explicaron la situación y aceptó dejar la denuncia sin efecto una vez que recibió la guitarra de su hijo.

No sé qué pasó después. Me imagino que la policía siguió investigando a ver si daban con la persona que había vendido la guitarra.

En otra oportunidad estaban los muchachos más grandes. Inventaron irse de excursión por la montaña desde Turmero hasta Chuao, en la costa aragüeña, un paseo muy bonito. Mi hija tendría como ocho años y los muchachos querían llevarla, pero yo me opuse porque consideré muy elevado los riesgos de esa travesía. Los muchachos se perdieron. Estuvieron vagando dos días por la montaña. Perdieron las carpas y los enseres en una crecida del río.

Esa vez me angustié muchísimo, estaban juntos los tres varones. Cuando iba a denunciar la desaparición los muchachos lograron llamar desde Chuao, me comentaron que estaban bien y estaban haciendo gestiones para regresar a Maracay. Gracias a Dios, todo salió bien.

Con mi hija no tuve mayores sorpresas. A ella siempre le gustó quedarse donde las amigas y era fiestera. Pero las condiciones eran mejores porque ya existían los celulares, y para ella estaba claro que necesitábamos saber por dónde andaba. Siempre llamaba para reportar cualquier novedad.

Como señalé arriba los muchachos necesitan explorar la vida. Cada situación les deja un valioso aprendizaje.

No tiene mucho sentido tratar de someterlos por la vía del castigo, allí no se consigue nada, y al final ellos se van a rebelar.

Lo más adecuado es conversar mucho con ellos, alertarlos sobre los peligros que puede haber. Pero sobre todo es importante convencerlos de que pueden confiar en nosotros para cualquier cosa que consideren necesaria. Ellos deben saber que ningún amigo los va a querer tanto como los queremos nosotros…

Gracias por tu tiempo.

My mother used to say: "little boy, little problem, big boy, big problem. By this she meant that every stage of parenting has its peculiarities.

Adolescence can be a problematic time for children and for parents. Boys are facing a series of changes that are sometimes unsettling for them. To the hormonal bombardment, typical of their age, is added an imperious need to seek independence, the only way they can explore the paths that will lead them to reaffirm their identity as persons.

For parents, the issue is also new. They come from a stage where the custom is to have a lot of control over their children, they are accompanied everywhere, they are protected, sometimes too much, and very little is left on their own. So to meet with children who already demand privacy, who are uncomfortable when their parents accompany them and who want to be alone with their friends, is an experience that is hard to digest.

I lived the experience of adolescence with three boys and my daughter. With the boys it was a little more difficult because cell phones were not available. Communication was always a problem and many times I was anxious not knowing where they were.

The street always has risks, something inevitable and that we cannot control. But that does not mean we are going to condemn the children to confinement. Sooner or later we will have to understand that they have their own life and one of the things they have to learn is to take care of themselves.

Among the many vicissitudes that I experienced with the boys, I remember two that were quite strong.

My second son liked music, at the age of twelve he played guitar in rock bands that he formed with his high school classmates. Sometimes I would accompany him to the rehearsal places and other times he would go by himself. He was almost always accompanied by my other son, who is almost the same age as him (he is not my biological son) and the two of them got along very well.

One Saturday morning, I remember the day very well, I was very quiet at home. Suddenly I saw a bunch of policemen, they had entered through my sister-in-law's house, at that time our yard was common. It caught my attention that they asked for my son, the boy was only about thirteen years old. I asked them what was going on. They informed me that the boy had been reported for having a stolen guitar. I found that surprising, because the only guitar my son had was the one I had bought for him.

When I talked to my son, the situation became clearer. A few days before he had played a concert in a club in Maracay. One of his friends had lent him a guitar to try it out. That afternoon he played with the guitar. It turned out that the guitar had been stolen from a son of a colonel. In the Maracay Rock scene my son was well known and that's why it was easy to find him.

Upon hearing the explanation, the policemen understood, but insisted that they had to take the boy to headquarters because there was a formal complaint. I told them that there was no problem, but that I was leaving with the boy. I called a lawyer and the policemen agreed to let me go in my car with my son.

In the meantime my wife had contacted the mother of the boy who had lent her the guitar. The lady was a lawyer, she understood the situation and we agreed to meet at the police headquarters.

Fortunately everything was resolved favorably. The lady went with her son to the headquarters, they took the guitar in question. The boy confirmed that he had bought the guitar from someone else, that he had asked my son to try it out and that he knew nothing about its origin. They called the colonel, explained the situation to him and he agreed to drop the complaint once he received the guitar from his son.

I don't know what happened after that. I imagine that the police continued investigating to see if they could find the person who had sold the guitar.

Another time there were the older boys. They invented going on an excursion through the mountains from Turmero to Chuao, on the Aragüeña coast, a very nice trip. My daughter would have been about eight years old and the boys wanted to take her, but I was against it because I considered the risks of such a trip too high. The boys got lost. They were wandering for two days in the mountains. They lost their tents and belongings in a river flood.

That time I was very distressed, the three boys were together. When I was going to report the disappearance, the boys managed to call from Chuao, they told me they were fine and were making arrangements to return to Maracay. Thank God, everything went well.

With my daughter I had no major surprises. She always liked to stay with her friends and was a party animal. But conditions were better because cell phones were already available, and it was clear to her that we needed to know where she was. She always called to report anything new.

As I pointed out above, boys need to explore life. Every situation leaves them with valuable learning.

It doesn't make much sense to try to subdue them by way of punishment, it doesn't achieve anything, and in the end they will rebel.

The best thing to do is to talk to them a lot, alert them about the dangers that may exist. But above all it is important to convince them that they can trust us for anything they consider necessary. They should know that no friend will love them as much as we love them...

Thank you for your time.

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Hasta una próxima entrega. Gracias.

Las fotos, la edición digital y los Gifs son de mi autoría.

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