Esta última relación me abrió los ojos y al fin pude ver por mi misma lo que otros me decían. Aprendí a valorarme, a decir “no”, a manifestar mis inconformidades, a no poner las prioridades de otros sobre las mías, a quererme y a respetarme. Si tengo claro todos esos aspectos, quiere decir que ahora si estoy disfrutando de mi solitud plenamente, no como al principio, que ésta era a medias. Hace poco un amiga que terminó su relación me comentó que iba a extrañar los mensajes de “buenos días” o “como pasaste el día”, mensajes que le hacían sentir importante. En un tiempo yo pensaba así, ahora no, me di cuenta que no necesito de esos mensajes para sentirme importante, lo que quiero decir es que sentirse importante no debe depender de otra persona.

Otra cosa que aprendí es que la soledad o sentirse solos nos lleva a una búsqueda frenética y desesperada para encontrar pareja. Esta desesperación se nota, parece mentira, lo peor, lo demás lo notan, el subconsciente es una cosa seria. Ese estado de angustia hace que otros huyan o que tomemos decisiones apresuradas en cuanto a esa “búsqueda del amor” y a cometer un error tras otro. Cuando dejamos de buscar, la vida nos sorprende, aparece alguien y hasta se convierte en esa persona ideal para compartir la vida. Hoy en día puedo decir con certeza que me siento feliz estando en solitud, y no me refiero al hecho de no tener compromisos con otras personas de cocinarle y atender ciertas cosas, porque esa libertad siempre la he tenido, la solitud es otra cosa, es una sensación de paz, tranquilidad, seguridad, me siento bien conmigo misma, sin que te arrope el frío de la soledad, donde un mensaje puede sacarte una sonrisa pero su ausencia no apaga tu brillo. Nunca es tarde para comenzar algo, la vida está llena de oportunidades maravillosas. En solitud, me siento plena y también existo.