Higher costs - Mayores costos

Hacia fines de los 1980 yo trabajaba como analista principal en la gerencia de sistemas del Banco Hipotecario Nacional, uno de los cuatro bancos propiedad del estado. Éste específicamente se encargaba de toda la ingeniería económica y financiera sobre construcción de viviendas y su otorgamiento contra una hipoteca a pagar en una determinada cantidad de años. Era un banco sólido, quizás el que mejores garantías poseía en todo el sistema bancario del país pese a tener un cierto sentido social donde los créditos no tenían tasas altas o impagables. Un buen banco que el gobierno de turno decidió ceder a manos privadas donde perdió totalmente el sentido original, lo mismo pasó con la Caja Nacional de Ahorro y Seguros, el tercero no corrió con la suerte de la privatización, directamente fue cerrado, me refiero al Banco Nacional de Desarrollo, evidentemente ya desde esa época los principales estrategas gubernamentales no incluían al desarrollo dentro de sus planes.

Dentro de los varios sistemas que me tocó desarrollar junto a un buen equipo de programadores y analistas funcionales estuvo uno cuyo nombre técnico ya no recuerdo pero que consistía en contabilizar, calcular y abonar a las empresas constructoras las remesas de dinero por los avances en las obras que el propio banco les había adjudicado. En aquel tiempo la inflación ya era un mal endémico de nuestro país y comenzó a aparecer con frecuencia un término que indicaba que el valor originalmente pactado para la realización de una obra debía actualizarse porque los precios de materiales, equipos y mano de obra aumentaban constantemente, se le llamó “mayores costos” y todas las empresas comenzaron a utilizarlo.

El costo planificado quedaba rápidamente fuera de la realidad y las empresas se agolpaban en los enormes mostradores de mármol del lujoso banco construido en tiempos de abundancia, todos reclamaban las diferencias y las obras avanzaban a trompicones, solo cuando llegaba la liquidación de esos costos adicionales.

Yo solamente había confeccionado el sistema, pero era frecuente mi viaje hasta el sector por problemas con algún código no del todo bien resuelto, por alguna nueva norma que debía incorporarse con celeridad o por otros problemas derivados del uso de la herramienta informática, por lo tanto, fui conociendo bastante el manejo de la operatoria desde el punto de vista humano y nada era bueno. Los certificados de avance supuestamente debían hacerse por inspectores que no iban a verificar, simplemente firmaban el visto bueno cuando recibían algo a cambio. Los mayores costos eran en general inflados, algunos decían que eran para cubrirse por la demora en el pago, aunque sospecho que también allí había otros cálculos por gastos inconfesables.

Eso continuó pasando a lo largo de los años, perfeccionándose, hasta la actualidad cuando vemos casi sin asombro las prácticas desarrolladas para quedarse con miles de millones de dólares de la obra pública, sinceramente no me sorprende, ya lo había visto anteriormente. Y la mala noticia es que ocurre en todas partes, quizás no sea tan exacerbado como aquí o quizás más disimulado, pero existe.

Y para que cuento todo esto, bien, muchos ahora dicen que las criptomonedas son la gran posibilidad de incrementar el lavado de dinero, las estafas y las actividades ilegales.

Queridos amigos, es solo una declaración frecuentemente utilizada por aquellos que las detestan y ven un peligro en ciernes: tienen el potencial para quitarles parte de la gran porción del queso que poseen. Las actividades ilícitas, el lavado de dinero, el narcotráfico y las estafas nacieron con los seres humanos y continuarán existiendo con o sin las criptomonedas. El problema es el hombre y su ambición, no el dinero que es solo el instrumento principal, sea en papel, en plástico o en una cadena de bytes.