Mikel Bosowski [ENG/ESP]

Mikel era más alto que yo. Yo me ponía de puntillas queriendo alcanzarlo, pero era imposible, sus amigos por su parte eran tan altos como él y la verdad es que les temía muchísimo. Yo había sido "su perra" aquel año, ya que cada nuevo curso ellos elegían a alguien nuevo para molestar. Además, yo apenas estaba descubriendo mi sexualidad, así que fue abrumador recibir todo ese odio por parte de mis compañeros.

En aquella época, hasta decir la palabra homosexual estaba prohibido. Y por supuesto, yo me sentía asqueado de tener aquellos impulsos homosexuales, que mi abuela aducía, llevaban al infierno a la gente. Mis padres se negaban a creer que uno de sus hijos les hubiera "dañado el apellido" así que me sometieron a todo tipo de exorcismos para liberarme de aquel demonio llamado sodomía. Por suerte, el demonio parecía ser más fuerte que cualquier exorcismo.

Entonces el acoso que vivía en la escuela, no era nada, comparado con el que vivía en casa. En algún momento llegué a sentir que me merecía todo lo malo que me estaba pasando y no podía entender como había gente que asistía cada domingo a una iglesia pregonando los valores cristianos y los demás días de la semana se comportarán como mierda.

Leía incesantemente la Biblia, buscando algún tipo de apoyo moral, y en muchos de aquellos versículos encontré a un Dios lleno de misericordia, que no se parecía en nada al que predicaban aquellos que decían seguirle. Aquella conexión sería mi salvación en aquellos años convulsos en los cuales, pensaba hasta en el suicidio. Sin embargo, lo peor estaba por venir.

Cada día de aquel curso escolar, fue una completa pesadilla para mí y lo peor era que no tenía a nadie de mi parte, no había adultos o profesores interesados en lo que estaba viviendo. Así que las aulas solas se convirtieron en mi refugio, allí pasaba el receso alejado de mis compañeros que, de por sí, no me hablaban. Era odiado sin razón aparente, pero como nada es para siempre mi situación comenzó a mejorar casi terminando el año.

Estaba tan cansado de recibir odio, que decidí que me iba a defender, así muriera haciéndolo. Lo primero que hice fue enfrentar a mis acosadores, sobre todo a Mikel. Mikel era el chico más guapo que había en la escuela, un deportista consumado que se jactaba de tener a varias chicas como novias. Era amado por casi todos y me gustaría decir que yo era el único que lo odiaba, pero aquello sería una completa mentira.

A mí me gustaba Mikel Bosowski, aunque fuera un borde conmigo. Me gustaba tanto que no me importaba hacerle las tareas, aunque me amenazara igual con matarme si me negaba, estaba feliz de ayudarle. Era un completo idiota, pero tenía 16 años y ni un ápice de dignidad. Había pasado mi vida entera recibiendo maltratos, tanto que terminé normalizando que las personas me hicieran daño.

Era tan masoquista que asistía a cada maldito partido de fútbol que se jugaba en aquel infierno llamada secundaria. Pero, un suceso cambiaría mi vida para siempre. Una vez mientras entraba en el baño, no me percaté que Mikel también estaba dentro. Por supuesto, teniendo un poco de cordura al verle me di la vuelta para regresarme, pero mandé al diablo mis temores y seguí caminando hacia el lavabo.

Cuándo se dio cuenta de que yo estaba dentro, no se inmutó más bien parecía disfrutar mi compañía. Entonces consideré salir corriendo, pero no lo hice, me quedé a pesar de la tensión que se respiraba. Por primera vez experimenté, que estando él solo no se comportaba como los demás. Lo que no sabía era el porqué. Cuándo hube terminado y me disponía marcharme, él me empujó hacia una de las puertas laterales del baño.

En ese momento no sé qué diablos paso por mi cabeza, pero en un ataque de valentía o de idiotez más bien, respondí lanzándome encima de él, tomándolo del cuello y arrinconándolo contra la pared. No sé de dónde había sacado tanta fuerza, pero mi corazón iba a salir disparado por mi boca, cuando reaccione a lo que estaba ocurriendo. Mientras tanto, Mikel me miraba sorprendido y podía escuchar el ritmo de sus pulsaciones, su fragancia, su piel, su aliento.

—Qué te pasa marica, ¿acaso te gustó? —me espetó en tono amenazante, pero sonriente.

Entonces, hice algo que nunca se me va a olvidar: decidí plantarle un beso, incluso ante la amenaza de recibir un puñetazo, ser asesinado o expuesto al escarnio público, pero para mi sorpresa él no me apartó de mí, incluso hasta llegué a pensar que lo estaba disfrutando. Cuándo aquello había terminado, ambos nos separamos y le respondí.

—La verdad Mikel Bosowski es que sí que me gustas, pero no sabes besar—y acto seguido salí corriendo de allí dejándolo así, sin mediar palabras. Recuerdo haber corrido extasiado por todo el campus, sin dar crédito a lo que apenas había ocurrido.

Después de ese episodio, Mikel nunca más se metió conmigo. Era probable que fuera porque era tan maricón como yo. Pero, la verdad es que prefiero creer que después de todo, Dios me había premiado obteniendo la atención de mi mayor verdugo y convertirlo en lo mejor que me pudo haber pasado aquel verano o en mi vida entera.