Looking out over the sea

An old popular adage says that the sea carries away everything bad. And I don't know if that's true, but a visit to a nearby beach left me quite relaxed, unburdened, and quite light on my feet. We all have problems and I accept mine, as much as I accept the good times. I am one of those who say that everything, good or bad, happens at some point, nothing is forever. That's why I don't despair when I'm going through a bad season.

I cannot say that I am going through a bad patch. I thank God for everything because I know that everything that happens in my life helps me for the better and that thought comforts me. That's why, when my friends invited me to enjoy a dip, I couldn't do anything but accept having a different day. And then, gray days like the past were illuminated by a turquoise blue that made me dream of the infinity of the sea.

I confess that I was lost in the abyssal immensity. I would discover myself dreaming of the waves, enjoying a reef, or contemplating how perfect nature is the incredible creation. From one moment to the next, I found myself pondering how fortunate I was at that moment to be surrounded by wonderful people in my life who love me just the way I am and who are happy by my side. I realized that this is the best encouragement of all.

Un viejo adagio popular dice que el mar se lleva todo lo malo. Y no sé si eso sea verdad, pero una visita a una playa cercana me dejó bastante relajado, sin cargas y bastante ligero de equipaje. Problemas tenemos todos y yo los míos los acepto, tanto como acepto los buenos momentos. Soy de los que dice que todo, sea bueno o sea malo, pasa en algún momento, nada es para siempre. Por eso no desespero cuando estoy pasando por una mala temporada.

No puedo decir que estoy viviendo una mala racha. Agradezco a Dios por todo, porque sé que todo lo que pasa en mi vida me ayuda para bien y ese pensamiento, me reconforta. Por eso, cuando mis amigas me invitaron a disfrutar de un chapuzón, no pude hacer más que aceptar tener un día diferente. Y entonces, los días grises como los pasados, fueron iluminados por un azul turquesa que me hacía soñar con la infinidad del mar.

Confieso que me perdía en la inmensidad abisal. Me descubría a mismo soñando con las olas, disfrutando de un arrecife o contemplando lo perfecta que es la naturaleza, la increíble creación. De un momento a otro, me encontraba sopesando lo afortunado que era en aquel momento, al estar rodeado de personas maravillosas en mi vida que me quieren tal cual soy y que son felices a mi lado. Comprendí que ese es el mejor aliciente de todos.

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