Microrrelato - Candela

Me llamo Candela y me comparan con una libélula, siempre revoloteando por todas partes en busca de libertad.

Aborrecía el tiempo que medían los mortales, sin embargo, amaba el que mostraba la luna cuando en todo su esplendor se inclinaba a besar el mar y el que medía el sol cada tarde cuando se escondía tímido tras la montaña.

Solía levantarme al amanecer para descubrir los colores del alba.

Un día descubrí que a eso que llamaban el transcurrir del tiempo, era de colores y que envolvía mi vida como un manto imperceptible. Fue cuando el cabello de luna de mama siguió creciendo y se convirtió en espuma.

Entonces tomé la decisión de eliminar de mis labios esa palabra para siempre sin imaginar qué aun sin pronunciarla seguiría latente.

Esos pensamientos siempre me perseguían y más aún cuando me miraba en el espejo y descubría que cada día me parecía más a mamá

En mis reflexiones más veladas tomé la decisión de detener el tiempo.

Me llevé el espejo redondo al jardín, lo coloqué sobre la hierba y con cuidado me subí sobre él. Pensé que tendría otra estructura, pero me envolvió entre ondas que giraban sin parar hasta perder el sentido.

Después de eso fui niña otra vez, no había días ni noches, se acabaron los segundos, minutos y horas. Los años se derritieron dentro de los meses y las semanas no volvieron a figurar. Hasta los ciclos lógicos lucían irracionales.

Yo corría por los prados y casi volaba entre las ramas disfrutando la libertad hasta que percibí algo extraño, estaba sola.

Miré a mi alrededor y nadie aparecía, los pájaros habían hecho silencio junto a las hormigas que tampoco se dejaban ver. El sol detenido en lo más alto brillaba directamente sobre las flores que comenzaban a sufrir de calor.

Mi capricho de detener el tiempo no había sido acertado, la tarde no llegaba y me sentía perdida. Intenté volver a casa agobiada y sofocada.

¡Las nubes ya no estaban! Mis oscuros deseos borraron también la lluvia.

Recuerdo haberme arrastrado entre la maleza buscando el espejo que me había conducido hasta allí.

Seguí el halo de luz que reflejaba el sol y allí estaba hecho añicos el cristal que me apartó del tiempo.

Podía ver a través de cada trozo la gente al otro lado. Observaba personas que me hablaban, podía reconocer algunas voces y a veces alcanzaba a observar una extraña habitación sin espejos.

Agobiada y debilitada por el calor sentí que alguien me refrescaba la frente y me llamaba mamá.

Poco a poco al marcharse el tiempo se fueron alejando también los recuerdos y no reconocía las voces que a veces interrumpían mis pasos.

Solo de vez en cuando me asomaba por un momento para intentar retener la imagen de la niña que me miraba.

Candela

My name is Candela and I am compared to a dragonfly, always fluttering everywhere in search of freedom.

I abhorred the time measured by mortals, however, I loved the time shown by the moon when in all its splendor it bent down to kiss the sea and the time measured by the sun every evening when it shyly hid behind the mountain.

I used to get up at dawn to discover the colors of the dawn.

One day I discovered that what they called the passing of time was colorful and that it enveloped my life like an imperceptible mantle. It was when my mother's moon hair continued to grow and turned into foam.

Then I made the decision to eliminate that word from my lips forever without imagining that even without pronouncing it, it would remain latent.

Those thoughts always haunted me and even more so when I looked at myself in the mirror and discovered that every day I looked more and more like Mom.

In my most hidden reflections I decided to stop time.

I took the round mirror to the garden, placed it on the grass and carefully climbed on it. I thought it would have another structure, but it enveloped me in waves that spun endlessly until I lost my senses.

After that I was a child again, there were no days or nights, no more seconds, minutes and hours. Years melted into months and weeks never appeared again. Even the logical cycles looked irrational.

I ran through the meadows and almost flew among the branches enjoying the freedom until I noticed something strange, I was alone.

I looked around me and no one appeared, the birds had become silent along with the ants that were not to be seen either. The sun stopped at the highest point and shone directly on the flowers that were beginning to suffer from the heat.

My whim to stop time had not been successful, the afternoon did not come and I felt lost. I tried to return home overwhelmed and suffocated.

The clouds were gone! With my dark desires they also erased the rain.

I remember crawling through the undergrowth looking for the mirror that had led me there.

I followed the halo of light reflecting off the sun and there was shattered the glass that had taken me away from time.

I could see through every shard the people on the other side. I could see people talking to me, I could recognize some voices and sometimes I could see a strange room without mirrors.

Overwhelmed and weakened by the heat, I felt someone cooling my forehead and calling me mom.

Little by little, as time went by, the memories also receded and I did not recognize the voices that sometimes interrupted my steps.

Only from time to time I looked out for a moment to try to retain the image of the little girl who was looking at me.