La grieta en la pared | Relato

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(Edited)

“En lo profundo de esa oscuridad mirando detenidamente, siempre estuve allí, preguntándome, temiendo, dudando, soñando sueños que ningún mortal jamás se atrevió a soñar antes.”
Edgar Allan Poe

Photo by Brina Blum en Unsplash

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Hasta cuando seguirás mirando esa maldita grieta en la pared; deja ya la pendejada y duérmete de una vez si no quieres que te patee el trasero. Cómo va a ser posible que un muchacho tan grande siga creyendo en fantasmas y monstruos salidos del infierno.

Su padre apagó la luz del cuarto y se marchó cerrando la puerta violentamente; bajó las escaleras y se sentó frente a su televisor, como de costumbre, con una cerveza en la mano y en la otra un cigarrillo y el control remoto. A intervalos se quedaba dormido, mientras las cenizas se acumulaban en el mugriento piso.

Arriba en el dormitorio, Esteban temblaba de miedo, arropado hasta la cabeza, iluminado con la luz de su celular, mientras escuchaba en sus auriculares la canción con que su tía solía dormirlo: “Diary of a Madman” de Ozzy Osbourne. Así trataba de ignorar lo que sucedía fuera de sus sábanas.

La madre de Esteban había fallecido durante el parto, y él había sido criado por su padre y una tía rockera que, después de años como madre sustituta, se había ido de la casa con un aventurero motociclista, dejando solo al niño con su alcohólico padre quien lo maltrataba, quizá culpándolo por la muerte de su esposa.

En el colegio no le iba mejor, pues los demás niños le hacían bulling por ser el hijo de un alcohólico cascarrabias. No tenía amigos ni vecinos contemporáneos con quien compartir ni con quien desahogarse. A sus 10 años era un niño solitario, tímido y ensimismado. Solo se tenía a sí mismo, y su refugio eran la música y sus sábanas que lo protegían de sus temores nocturnos.

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Apretó sus ojos para no ver el resplandor que se colaba por la grieta de la pared, inundando toda la habitación y, a pesar del alto volumen de la música, escuchó –o quizá lo imagino en su cabeza– un murmullo sádico y morboso que, entre una especie de lamento, le decía: “tú o tu padre”.

El sólo hecho de pensar que a su padre le pudiera suceder algo malo, lo aterraba, pues a pesar de los maltratos era quien mantenía el hogar y, a fin de cuentas, era todo lo que tenía.

La macabra escena se repetía cada noche, mientras la grieta se iba ensanchando cada vez más. La sensación de que algo terrible estaba a punto de suceder iba forzando una inevitable y aterradora confrontación.

Debo ser fuerte y enfrentarlo, debo enfrentarlo –se decía a si mismo tratando de hallar el valor para terminar de una vez por todas con esa etérea presencia.

Un día –como tantos otros– luego de haber sido severamente maltratado por su padre debido a su cobardía y mente fantasiosa, decidió ponerle fin a su agonía

Esa noche apagó la luz de su cuarto y se envolvió en sus sábanas con sus auriculares a medio volumen. Cuando el gran Ozzy hacía su entrada después del solo de guitarra, un fuerte crujido rompió la melodía y la habitación se iluminó completamente. Unos pasos se acercaron lentamente y se detuvieron frente a su cama y una sombra cubrió sus sábanas; sabía que el ente lo observaba, pero esta vez no pronunció la acostumbrada frase.

Esteban estaba paralizado por el terror, ya que nunca antes había visto esa sombra, pero se llenó de valor y se atrevió a balbucear unas palabras: “haz conmigo lo que quieras y termina ya con esta pesadilla”.

–¡No –replicó la sombra con su mórbida voz– ya no puedes elegir!

El resplandor se apagó al igual que la música en sus auriculares. Solo reinaba la obscuridad y el silencio absolutos. Luego de un instante cuando recuperó la cordura, llegó a sus oídos el lejano ruido del televisor frente al cual seguro su padre se había quedado dormido como siempre.

Se levantó con cuidado y encendió la luz del cuarto; la grieta ya no estaba. En ese momento, sintió un fuerte golpe de su corazón contra el pecho presintiendo que algo nefasto había ocurrido.

Bajó rápidamente las escaleras hasta la sala donde su padre pasaba sus borracheras. Y ahí estaba, recostado en su sillón con los pies sobre la mesita, el cigarrillo encendido y humeante en una mano, espolvoreando las cenizas sobre el mugriento piso, mientras la otra mano sostenía por el cabello su propia cabeza que había sido cercenada desde la base del cuello, y cuyos ojos parecían continuar viendo la televisión.

--Texto de mi autoría E.Rivera--

veac171023

Este relato fue escrito con la finalidad de conmemorar el fallecimiento de escritor estadounidense Edgar Allan Poe el 7 de octubre de 1849, a quien admiro profundamente.



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11 comments
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Interesante relato de ritmo fluido que logra mantener un nivel de suspenso en lector.

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Un honor leer tu comentario y saber que el relato te ha enganchado.

Saludos.

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¡Wow! Me encanto. Es super entretenido de leer y te mantiene al ultimo momento. Me esperaba ese final , si, pero no de esa forma. Fue casi poético. Saludos.

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Sí, el final fue horriblemente poético. No podía ser distinto.

Me alegra que te haya gustado la historia.

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Un excelente relato. El suspenso está bien manejado y ese final, parece una imagen de terror rockera. Me gustó. Saludos

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Me encanta que te haya gustado el relato. Ojala hayas clickeado en la canción que lo inspiró, le imprime ese toque terrorífico que no puede darle las palabras.

Saludos amiga.

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¡Buen relato de terror! Me mantuviste intrigada hasta el final, tienes una narrativa excelente y un manejo del suspenso impresionante, a mí también me gusta mucho Poe. Saludos, @eliezerfloyd 🤗🤗.

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Los que amamos a Poe, tenemos desarrollado un sentido del horror que nos permite apreciar la belleza que hay en cada parrafo, mientras se va develando la trama final.

Gracis por la visita y el deleite en la lectura.

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Poe siempre logra inspirar los más oscuros relatos en nosotros. Siento que el tuyo me dejó con la ansiedad en el corazón. Me encanto sobre todo por el final ❤️

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La ansiedad y la tensión estuvieron presentes durante todo el proceso creativo, y eso quizá le dio ese toque poesino en el cierre.

Gracias por la visita y lectura.

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