El fantasma de mi casa | The ghost of my house [ESP/ENG]

Cuando no tenemos electricidad debido a las fallas públicas, es cuando más se notan en la casa. Un fantasma, o tal vez dos, o quizás tres… el silencio que impera en el ambiente hace que se escuche lo más mínimo, hasta la caída de un alfiler.

Siempre escuchamos que todas las casas tienen historias de fantasmas, de muertos, de espíritus. Y mi casa no es la excepción. Sin embargo, a diferencia de otros lugares, aquí no viven fantasmas dispuestos a causar temor a mi familia. No, a ellos les basta hacer algo para recordarnos que allí están; sin molestarnos o causarnos daño.

Cada vez que sucede algo similar en otro lugar, recuerdo las típicas frases de mis familiares: “¡Hey, muerto, déjame dinero!”. O cuando los fantasmas se ponen más ‘salvajes’ y se escucha que tiran todo al piso, es común que alguien grite: “¡Me vuelven a dejar las cosas ordenadas!”. Lo más seguro es que se trate de algún integrante de la familia más valiente para decir tal cosa; porque, ¿quién tiene las agallas para decirle eso a un fantasma?

Lo cierto es que siempre están allí cerca de nosotros, aunque muchas veces no nos damos cuenta.

Yo los escucho sentarse en las sillas del comedor. Escucho que ruedan una silla, como cuando por cortesía ayudamos a alguien a sentarse; y también escucho las sillas rechinar, como cuando nos movemos en ellas constantemente.

Mi mamá también los ha escuchado por las noches escribiendo en el teclado de la computadora. Ella ya no se levanta a ver si soy yo quien está a altas horas frente al computador, y decirme que me vaya a dormir. Ya no lo hace, porque las veces que se levantó vio el monitor apagado y no encontró a nadie escribiendo en el teclado.

“Tal vez necesitaban terminar una investigación para su tesis”, bromeaba yo a mi mamá ante lo ocurrido. Pero yo también hago caso omiso actualmente, pues ellos están ahí sin la intención de darnos terror para abandonar nuestra casa. Solo convivimos, en la misma casa y en las mismas carencias.

Así, ten por seguro que todas las casas tienen un inquilino extra; pareciera que vienen incluidos con el alquiler o la compra. Pero al pasar el tiempo, te acostumbras a ellos, pues generalmente no te quieren causar daño; y si ese fuera el caso, solicita ayuda.

Ante esto, espero que cuando escuches ruidos extraños en las salas de tu hogar no te desesperes, solo recuerda estas líneas y piensa como cualquiera de mis familiares: “Ojalá que no me deje las cosas desordenadas”.