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— ¿Emma? una voz llamó, y ella se volvió para encontrar a un joven, su novio, mirándola. Estaba agachado frente a su colchón, con los ojos muy abiertos de preocupación.

— ¿Estás bien? ¿Estás herida? Sonaba como si hubiera estado llorando.

Emma le sonrió débilmente, se sentía extraño estar tan cerca de otro ser humano nuevamente después de lo que pareció una eternidad sola en este sótano.

Hace unos días fue secuestrada por el hombre raro que vivía a su lado, y todo lo que hablaba era de una locura sobre la luz misma y lo importante que era para todos. Dijo que la había capturado para salvarla. Fue su novio, que sabía todo sobre este hombre raro, quien decidió aventurarse en la casa del tipo raro y ver si Emma estaba aquí, y de hecho sí lo estaba.

Él extendió una mano, y ella la tomó agradecida por apoyo mientras se ponía de pie. Ella lo dejó ayudarla a caminar hacia la puerta, y luego volvieron a salir juntos, bajo la brillante luz del sol.

Por un momento, todo seguía siendo tan extraño: el olor a hierba, la sensación del aire fresco en su rostro ... Casi se sentía irreal después de su pesadilla en ese sótano. El joven tocó su brazo suavemente y vio las lágrimas brillando en sus ojos mientras la miraba.

— Gracias, susurró.

Él asintió sin palabras. Caminaron lentamente por la calle hacia los árboles más allá. Mientras lo hacían, Emma notó que había algo mal con el cielo sobre ellos. Al principio, pensó que tal vez había cambiado de alguna manera, o que el sol se había movido detrás de algunas nubes. Pero no, no lo había hecho, todo lo demás a su alrededor se había mantenido exactamente igual, pero el cielo sobre sus cabezas era diferente, mucho más oscuro ahora que antes.

Dejó de caminar.

— ¿Qué pasa? preguntó el joven, frunciendo el ceño.

Pero ella no pudo responderle. No sabía lo que estaba sucediendo, y de repente, hubo un repentino destello de luz, más brillante que cualquier cosa que hubiera visto antes, casi tan fuerte como el sol, y luego el mundo a su alrededor se oscureció.

El joven jadeó y Emma lo miró entumecida. Apenas podía ver, todo lo que sabía era que el joven estaba parado a su lado, y si permanecían juntos, estarían a salvo. Así que caminaron juntos, siguiendo ciegamente a través de la oscuridad, sintiendo que el suelo debajo de sus pies se movía y temblaba.

Caminaron hacia el bosque. Tropezaron con piedras y tropezaron con las raíces, ella trató de no mirar hacia el cielo, temerosa de lo que pudiera ver. Pronto, llegaron a un lugar donde el bosque se abría en un claro. Todo era aún más oscuro aquí, y también era más tranquilo. No había una sola fuente de luz en ninguna parte, lo que hacía casi imposible ver lo que estaba frente a ellos.

Simplemente siguieron caminando, y de repente estaban en medio del claro, y allí, ambos decidieron mirar hacia arriba por primera vez desde el repentino destello de antes.

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Estaba completamente negro, todo negro, ni siquiera las estrellas eran visibles, y mucho menos la luna misma. Algo le había sucedido al tejido mismo del universo, y se estaba desgarrando a sí mismo. Donde las luces de las estrellas deberían haber brillado, ahora solo había espacio vacío y la fría sensación de muerte. Todo se había ido.

— Algo ha pasado, dijo el joven. Su voz tembló. — ¿Dónde está toda la luz?

¿Emma parpadeó, tratando de despejar su visión borrosa? La ausencia total de cualquier tipo de luz era aterradora de ver en persona. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que la oscuridad cubrió el mundo entero, cuánto tiempo duraría? Ella no lo sabía. Y le preocupaba no vivir para averiguarlo.

Debe haber un lugar al que podamos ir, dijo el joven, extendiendo una mano hacia ella. — Encontraremos una manera.

Ella agarró su mano con fuerza en la de ella. — No creo que debamos quedarnos aquí, tenemos que seguir adelante. Vamos a morir en este lugar.

El joven asintió sombríamente. — ¿Pero a dónde?

— La ciudad, ella susurró. — Volvamos a la forma en que vinimos, y tal vez lleguemos a salvo.

El joven asintió y dijo: está bien, y comenzaron a caminar de regreso de donde vinieron, y pronto estaban llegando al borde del bosque nuevamente.

A lo lejos, podían escuchar los gritos de las personas causadas por el pánico que sentían como resultado de la desaparición repentina de la luz.

Y luego, mientras caminaban por las calles, Emma de repente recordó algo sobre el hombre que la secuestró. Ella recordó que él dijo algunas tonterías sobre qué hacer cuando la luz finalmente se apagara, y qué plan tendrían que seguir cuando este evento tuviera lugar. Ella mencionó esto, y ambos decidieron ir a esa casa espeluznante por última vez.

Se acercaron a la casa con cautela, vigilando en cada esquina. A medida que se acercaban, la puerta se abrió en la oscuridad, y allí estaba él, el hombre que ella conocía como el raro de la cuadra, el que la secuestró hace unos días.

Estaba parado frente a su casa sosteniendo un libro extraño. Los miró y sus ojos brillaron rojos con una luz antinatural. Dijo en un tono burlón: — Ah, aquí estás. Traté de salvarte pero no me dejaste.

Se rió, y el sonido resonó en todo el vecindario, y segundos después, les dijo: — Adiós, y desapareció en un abrir y cerrar de ojos.

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