En mi niñez escuché los cuentos tradicionales de los hermanos Grimm hasta el cansancio: Caperucita roja, Blancanieve, La cenicienta, Raspunzel, Hansel y Gretel y todos aquellos que nutrían la literatura infantil de ese momento y como nadie hablaba de los efectos psicológicos de los mensajes ocultos que contenían, los viví a plenitud.

Con ellos me ponía a soñar con ese príncipe azul que algún día me rescataría y seríamos felices para siempre, o me llenaba de miedo y tristezas por un padre que te abandonaba por el amor a una mujer o el terror a un malvado hombre (lobo feroz) que con sagacidad te engañaba fácilmente.

Con mi abuela las noches se llenaban de terror, pues su cuento preferido antes de dormir era el hombre del saco que se llevaba a los niños que se portaban mal y aunque mi mamá contrarrestaba el discurso diciendo que eso era un cuento, que no era real, la huella del miedo al extraño estaba presente.

De pronto los cuentos dejaron de ser ficticios para anclarse en el contexto de la realidad y así frases y dichos conocidos tomaban cuerpo con alguna vivencia, convirtiéndolos en una lección preventiva de autocuidado.

Mi mamá y mi abuela paterna, me imagino que se angustiaban por cuidar a esas cuatro adolescentes para que no fuesen a “meter la pata”, así que nada mejor que aprovechar cada ocasión para reforzar los “principios” que querían inculcarnos en lo relativo a las parejas, para ilustrar les comento algunos de estos cuentos.

“La novia del estudiante no es la esposa del doctor”, a mi abuela le encantaba este dicho y la vida le dio el mejor ejemplo, uno de sus hijos al graduarse en la universidad se fue a hacer un postgrado en Alemania, de allá vino casado con una alemana, dejando a su novia de toda la vida, con los crespos hechos, así que cada vez que se hablaba de algún pretendiente del liceo salía a relucir el cuento de la “pobre Elisa”. Por mi parte, yo me comí el cuento y nunca me enamoré de un compañero de clase, ni en el liceo ni en la universidad, me enamoré del profe. jajajaja.

“Muchacho no ata hombre”, este cuento hace una clara advertencia de no salir embarazada antes de tiempo y el cuento incluía la moraleja del hombre infiel por naturaleza que en cualquier momento se enamora de otra y se va, para ello los ejemplos sobraban. En mi historia familiar son muchas las mujeres “Abandonadas” por sus esposos y que quedaron con “un cuadro de hijos”
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Con esta imagen en mente, se encuentra el cuento alternativo que nos regaló mi mamá: “No le aguanten nada a ningún hombre”, el cual venía acompañado de las consignas: estudiar-trabajar-independencia y este cuento si me lo creí completico, ejemplo de ello pueden ser mis tres matrimonios, solo que para el tercero ya estaba más clara de lo que quería en mi vida.

Quería una vida en pareja, unos hijos con padre y un amor bonito, lo que me permitió ser más cuidadosa y valorar desde otras perspectivas al hombre, entender que ese cuento de “no aguantarle nada a un hombre” no hace pareja porque, aunque no se trata de “aguantar” es necesario aprender de tolerancia, empatía, comunicación, a dejar de lado malacrianzas y caprichos y aceptar que la convivencia es posible cuando aprendemos a ceder en aquello que podemos ceder.

Por supuesto que para hacer este cuento se necesitan dos y dos que vayan con el mismo propósito. El mes pasado cumplimos 35 años de vida en pareja, lo que me hace sentir que rompí con el cuento que me vendió mi mamá y compré el vivieron felices para siempre, pero en una versión más realista que me ayudó a definir el verso de una canción de Pablo Milanés: No es perfecto, pero se acerca a lo que yo simplemente soñé.