No recuerdo con exactitud el día que la vida cambio para convertirse en una especie de competencia conel tiempo, cada despertar se hace un carrera por estar en los lugares acordados manteniendo el perfil de llevar una existencia tranquila, pero esto en realidad no sucede cuando miras alrededor y te das cuenta que tienes una vida compartida, donde mover las piezas de ajedrez debe tener correspondencia con nuestras metas del presente.

Durante la maternidad cada mujer debe convertirse en una especie de heroína que salva cada elemento de su hogar, es como un juego que va determinado por las agujas del reloj, cada mañana se olvida que día es, haber dejado listo uniformes, una parte de la tarea del cole que quedó sobre la mesa para hacerla muy temprano, mientras el desayuno hace una cocción solitaria a los ojos distantes de nosotras, cinco minutos extras para dormir solicitado por nuestros hijos que retrasan la salida y un pote de agua olvidado en el refrigerador que obliga a salir en una carrera para rescatarlo.

Seguramente la maestra al llegar te dió una bienvenida cálida mientras te presentaba una lista verbal de las actividades próximas a ejecutar y mientras la mirada asevera una comunicación asertiva, la mente se encuentra en un torbellino laboral indicándole que la entrega en el colegio ha terminado y el tiempo expira para llegar al trabajo a temprano.

La rutina laboral se vuelve un epicentro de risas, tareas por hacer y en ese corto momento te sientes humano, con una vida propia teniendo la libertad de poder tomar una taza de café, mientras ideas el menú para el almuerzo y los faltantes por comprar en el super mercado.

El tiempo anuncia que es hora de salir corriendo a buscar a los niños, quiénes al salir de clases te muestran que la rutina fue dura, pues sus uniformes al parecer se escogieron para limpiar el suelo, los bolsos casi imposibles de cerrar por el desorden interno y un termo de agua olvidado nuevamente para ser rescatado, justo en ese momento las emociones se conjugan y entre la rabia, tristeza y la risa solo resta bajar la mirada, mientras la cara angelical de tu hijo te dice lo siento.

Luego de una larga charla recordándoles los parámetros para su estadía en el colegio, se pone en marcha la partida al supermercado, pues la hora del almuerzo y la salida a las actividades extra escolares está comprometida por los minutos perdidos.

Asi llegan a casa con las bolsas y un recordatorio de las actividades por hacer que van desde la ducha, secar el baño, no tirar la ropa, ordenar los bolsos y sentarse a la mesa, pero mientras la cocina sucumbe en la preparación del menú, los ojos se desorbitan al ver que las instrucciones dadas no fueron cumplidas y allí se inicia nuevamente otra retahíla para refrescar la memoria, cuando al fin todo parece estar en orden, el reloj anuncia que la llegada al entrenamiento de fútbol y danza será tardía y mientras queda un bocado de comida en la boca, se pone en marcha la salida.

Tres horas de espera son suficientes para trazar el plan de la llegada,ordenando la cena y las tareas del día siguiente, resulta casi imposible pensar que un día pueda ser tan difícil y a las vez tan corto para las actividades.

Llegar al nicho es nuevamente replantear las tareas por hacer, ponerse al corriente con las actividades escolares, planchar uniformes, al mismo tiempo que una cena atropellada y rápida nos reúne para el último momento del día, pues ir a la cama es lo resta.

Pero mientras los niños duermen la. Guardiana queda recogiendo trastes e intentando dar una forma presentable al hogar, mientras la mente se inunda de mil pensamientos y el corazón late para motivarnos a seguir,ya que sentirse abrumada y triste es parte de la maternidad.

Ir a la cama no es sinónimo de descanso al contrario muchas veces el subconsciente nos abruma ideando planes para poder apalear los problemas y las cuentas.

La maternidad vista desde una perspectiva lejana es calcula le, pero para quién la vive es un acertijo que se debe resolver a diario intentando fallar la menor cantidad de veces.

I don't remember exactly the day that life changed to become a kind of competition with time, every awakening is a race to be in the agreed places keeping the profile of leading a quiet existence, but this does not really happen when you look around and realise that you have a shared life, where moving the chess pieces must have correspondence with our goals of the present.

During motherhood every woman must become a kind of heroine who saves every element of her home, it is like a game that is determined by the hands of the clock, every morning you forget what day it is, having left uniforms ready, a part of the school homework that was left on the table to be done very early, while breakfast makes a solitary cooking to the distant eyes of us, five extra minutes to sleep requested by our children who delay the departure and a pot of water forgotten in the refrigerator that forces you to go out in a race to rescue it.

Surely the teacher upon arrival gave you a warm welcome as she presented you with a verbal list of upcoming activities to execute and while the look asserts assertive communication, the mind is in a whirlwind of work telling you that the school drop-off is over and the time expires to get to work early.

The work routine becomes an epicentre of laughter, chores to be done and in that short moment you feel human, with a life that is not only a matter of time, but also of time.

The time announces that it is time to run out to pick up the children, who after leaving school show you that the routine was hard, as their uniforms were apparently chosen to clean the floor, the bags almost impossible to close because of the internal disorder and a thermos of water forgotten again to be rescued, just at that moment the emotions combine and between anger, sadness and laughter you can only look down, while the angelic face of your child tells you sorry.

After a long talk reminding them of the parameters for their stay at school, the departure to the supermarket gets underway, as lunchtime and the departure for after-school activities is compromised by the lost minutes.

So they arrive home with bags and a reminder of activities to be done ranging from showering, drying the toilet, not throwing away clothes, tidying bags and sitting at the table, but as the kitchen succumbs to preparing the menu, the eyes glaze over as the instructions given are not followed, and there begins again another memory jog, when at last everything seems to be in order, the clock announces that the arrival at the football and dance training will be late and while there is a mouthful of food left in the mouth, the departure is set in motion.

Three hours of waiting are enough time to plan the arrival, ordering dinner and the next day's tasks, it is almost impossible to think that a day could be so long and so short.

Arriving at the alcove is another time to rethink the chores to be done, catching up with school activities, ironing uniforms, while a quick, rushed dinner brings us together for the last moment of the day, as going to bed is the last thing to do.

But while the children sleep the. But while the children are asleep, the caregiver is left to pick up the dishes and try to make the home presentable, while the mind is flooded with a thousand thoughts and the heart beats to motivate us to go on, because feeling overwhelmed and sad is part of motherhood.

Going to bed is not synonymous with rest; on the contrary, our subconscious often overwhelms us with plans for how to deal with problems and bills.

Motherhood seen from a distant perspective is calculating, but for those who live it, it is a riddle that must be solved every day, trying to fail as few times as possible.