CAMBIOS

Salí de mi tierra con lo puesto,
Una mano atrás y otra mirándome
si sonaba alguna chapa en el bolsillo.

La gran ciudad me esperaba,
nada podía perder porque nadie pierde quien nada nunca ha tenido.

Cargado de ilusión y con el beso de un adiós dejé a lo lejos esposa y con dos años a mi hijo.

El duro trabajo no me importaba,
el día luchaba entre mil batallas y un trabajo para mí, nuevo y desconocido.

Al volante de un gran coche
lleno de paquetes con el alba partía
y hasta la noche no quedaba aquel viejo furgón de reparto vacío.

Así, día tras día, no tenía tiempo ni de encender un cigarrillo ni de abrir su ventanilla.
Pasó un mes y en la palma de la mano tras ver el salario
fui donde me casé y diciendo adiós entre dolor y resquemor
de perder aquel olor que siempre respiró de niño mi piel.

La vida había cambiado...
De las bajitas casas encaladas de blanco.
Al ruido de los grandes edificios
y sus sin fin de semáforos.

Todo se volvió intenso,
la calma viajó a otro sitio,
éramos hormigas sin vida propia y de superficiales contactos
que iban y venían sin reloj...
Sin futuro, ni presente, ni pasado.

Y así pasaron los años
hasta que me volví zángano.

¡Me pregunto!
Ahora que ya no puedo...
Estoy más cerca del final que del principio.
¿Dónde está la vivido?
Sí valió la pena por la vida, pasar de largo para morir y dejar un trozo de riqueza sin haberla conocido ni en algún momento disfrutado.

Digo a mis hijos si me dejan...
No vivir en el tiempo de los demás
que nadie vive el vuestro por vosotros
y mañana puede ser ya tarde si es que no queréis estar con vosotros mismos descuidados.

Texto propio.
Fuente de la imagen. IA