Pienso que el tema de la felicidad es tan amplio como personas hay en el mundo, cada quien tiene su propia noción de felicidad, en tanto que cada quien tiene su propia manera de ser, su manera de estar en el mundo, su manera de pensar y de actuar, influenciadas por los condicionamientos sociales y familiares que están allí empujándonos en una determinada dirección. La familia, los vecinos, los amigos, las instituciones educativas, los medios de comunicación, las redes sociales, nos envían mensajes constantemente.

Esos mensajes conforman una suerte de archivos o modelos mentales que crean determinadas ideas sobre la felicidad, pero también sobre esa noción huidiza y cambiante que podemos llamar “fortuna” o “éxito”. Porque con frecuencia unimos en nuestra mente la felicidad con el éxito. Y el éxito con tener bienes materiales o tangibles, todo lo que el dinero puede comprar o pagar: bienes inmuebles, automóvil, ropa, aparatos eléctricos, educación, las diversiones de toda índole; pero también lo necesario para sobrevivir: alimentos, gastos médicos, aseo personal.

¿Qué pasa cuando nuestros ingresos apenas nos permiten cubrir los gastos básicos de sobrevivencia? Por lo general sentimos frustración, sentimos que hemos fracasado, porque no hemos logrado alcanzar el estatus económico y social que la sociedad de consumo nos dice que debemos tener para ser exitosos ¡y felices! Porque como ya he dicho, por lo general el éxito y la felicidad se miden socialmente según tu estatus económico.

Pero eso no es necesariamente así. Primero porque el éxito es cambiante. Hace cincuenta años no había internet, no había redes sociales ni millonarios en Silicon Valley. Nadie quería ser un influencer o estar luciendo ropa rara y de mal gusto, un cuerpo tatuado de la cabeza a los pies, gigantescas cadenas de oro o colecciones de autos de lujo para ser felices. Y el éxito tal como llega puede irse o puede destruirte, llevarte a la soledad más profunda, llenarte de adicciones. Y esto sí que ha sido una constante en el show business. Vidas destruidas por el éxito.

La felicidad perdurable, la que a mí me interesa, no tiene que ver necesariamente con el éxito o el brillo social o con tener mucho dinero en la cuenta bancaria. Es un estado del alma. Tiene que ver más bien con una actitud hacia la vida, con mi capacidad de agradecer y disfrutar lo que la vida me regala cada día. Mi capacidad de abrirme a dar y recibir, de compartir esas cosas que me hacen feliz con otros. Eso es para mí la felicidad. No es que yo rechace los bienes materiales que me dan bienestar, confort y placer. Yo los disfruto mucho. Pero las cosas que realmente me dan alegría son las que puedo compartir desde el corazón, y muchas de ellas son gratuitas.

Lo contrario de la felicidad es la infelicidad. Con frecuencia nos entristecemos por cosas que no han ocurrido y tal vez no ocurrirán. O por la manera en que enfocamos muchas situaciones que nos ocurren. Toda vida está llena de dificultades, tropiezos, pérdidas. Pero no nos educan a enfrentarnos a ellas con RESILIENCIA. Muchas veces situaciones que nos angustian o enojan tienen una solución más pronto que tarde y era cuestión de paciencia solucionarlas. Muchas veces aceptamos situaciones que nos disgustan o hacen infelices, en vez de repetir y disfrutar las que nos hacen felices.

Otras situaciones no tienen solución, como la muerte de un ser querido, el abandono de alguien que amamos, la traición de alguien en quien confiamos. Ante este tipo de situaciones no tenemos más remedio que aceptarlas. Vivir el duelo y seguir adelante. Mamá enviudó hace cinco años y hace cuatro años que se fracturó la cadera y quedó inválida. Al principio le costó asumir el duelo ante las dos situaciones. Pero hoy tiene 94 años, tenía 60 años con papá cuando él falleció y era una persona muy activa aún cuando dejó de caminar. Te cuento que con frecuencia me anima cuando algo me entristece o preocupa. Y una de sus frases favoritas, que me dice con frecuencia es “si le gusta, sígale dando”. Me la dice porque sabe que me río cuando me la dice.

Frente a algunas situaciones que nos hacen sufrir o impiden nuestro bienestar, debemos confesar con honestidad que somos responsables de que nos hayan ocurrido. Si no fui disciplinada con un proyecto, no lo organicé adecuadamente, no puedo estar culpando al país, a la crisis económica mundial, a la mala suerte, porque no caminó. Tengo que asumir mi responsabilidad. Yo admito la mía, por ejemplo, porque en el primer trimestre de 2024 facturé pocos ingresos. No tuve la disciplina ni la constancia que debí tener para tener mejores ingresos. Vamos a ser honestos y cambiemos nuestra actitud y seguramente nos va a ir mejor. Entonces ese límite entre vivir y sobrevivir por lo general está en nuestras manos. ¿Cómo estás planificando tus proyectos?¿Cómo estás organizando tu tiempo?¿Realmente estás haciendo lo necesario para que caminen? Te invito a hacerlo, cariño.

Gracias amigas de “Noche de talentos”, nos vemos esta noche. Invito a los amigos @germanandradeg @nanixxx y @sacra97 a participar en “Noche de talentos”. Aquí les dejo el link de la iniciativa https://peakd.com/hive-147177/@talentos/encuentro-de-talentos-sobrevivir-o-vivir y la canción que voy a cantar, para que me hagan el coro, “La vida es un carnaval” de Celia Cruz.