Entrada al Concurso de poesía de Literatos | Las celebro y las lloro

No hay heroísmo en la piedra que detiene la ola
y te salva de rodar hasta ser escombro desbordado de espuma y sal,
¡no hay!
hay combate que alisa sus perfiles,
contingencia de golpe y golpe para siempre,
herida sin llorar y orgullo también para siempre.

Es una trampa el heroísmo, mátalo.
Dile que se vaya, que no tienes tiempo para un cuerpo más,
para tenderle la cama y hacerlo sentir querido entre tus brazos
y abrirle el pecho, la casa, las piernas
y dejar que se meta a revolotear como un pájaro ciego
y te quiebre los asuntos importantes, ¡con lo caros que te han salido!

Ahora que se anuncia en internet y otros pequeñísimos rincones
que ha llegado el tiempo de dejar la casa,
los miedos y los nombres,
para salir a crear el mundo
con nuestras propias manos,
¿sobre cuántos cuerpos pondré mi bandera de libertad?

Si el minuto del día, del año, del siglo
en el que la primera ancestra extendió sus manos rebosantes de razón
y danzó con el arte hasta morir asfixiada de albedrío
y curó con la ciencia hasta dejarle quemado el ingenio
y agudo como sus pechos creó un universo demandante de justicia
y no lo soportaron los “dueños” del planeta,
se acaba en este siglo, en esta hora, en este cuerpo receptáculo de su sangre,
afrenta del puñal que aún descuartiza los cimientos de aquella y esta libertad.

No hay heroísmo en el martirio de mis mujeres de todos los tiempos,
es una trampa, una mueca,
un velo cubriéndole los dientes a la muerte,
un día de no pensar (que también es la muerte).
No hay heroísmo en el martirio de mis mujeres de todos los tiempos,
y sin embargo, las celebro y las lloro.